sábado, 21 de enero de 2017

Injustamente correcto.

"Eramos jóvenes, eramos perfectos el uno para el otro, eramos las piezas perfectas de un precioso puzle... Pero no era correcto."


Cuando la vi no me pareció nada especial, era la novia de un amigo, la primera vez que la presentaba al grupo, una chica del montón.

Aún recuerdo aquél día, aquella reunión. Nunca me gustaron esas reuniones... Todos fuimos amigos en el pasado, todos tuvimos momentos memorables juntos, pero ya no eramos nada, para mi eran todos unos desconocidos con sus parejas, sus hijos, sus historias... Historias en las que yo no pintaba nada, ellos ya no eran parte de mi mundo.

Cada año viendo las mismas caras con las que antes reía y lloraba, y cada año sintiendo menos hacia esas personas.

Ella era, como ya he dicho, una chica del montón, la típica chica que pasa desapercibida en cualquier grupo medianamente abultado. 

Al presentarnos se me quedó mirando a los ojos. Me puso muy nervioso, no sabía que buscaba, pero entró muy adentro.

Su pelo era negro, ligeramente ondulado, sus ojos marrones, nariz respingona y labios un poco carnosos. Era voluptuosa, y bastante atractiva, pero sin sobresalir.

Tuvimos que charlar, ambos obligados por el grupo que nos rodeaba, y fue entonces cuando empecé a fijarme en ella. No tuvimos una conversación trascendental, ni memorable, realmente casi ni habíamos intercambiado palabras. Pero mi sutil comentario sobre el traje de uno de mis amigos la hizo sonreír fugazmente y mirarme con esa mirada, la mirada de alguien que conoce tu alma.

Volvió a ponerme nervioso.

En esas reuniones siempre bebía bastante. A penas hablaba con nadie, como he dicho, sus vidas ya no estaban vinculadas a la mía, y ya no tenía interés en ellos, iba por obligación social. Siempre es mejor tragar un poco que dar explicaciones.

Cuando fui a la barra a por otra cerveza la vi allí. De nuevo con esa mirada. Había descubierto recientemente que odiaba su mirada, me dejaba bastante indefenso. Estaba echada sobre la barra, parecía aburrida también de aquella tediosa reunión. Me volvió a sonreír de aquella manera. Me volvió a decir su nombre, presentándose de nuevo, esta vez más intima. Ana. Se llamaba Ana.

Contesté presentándome también. Al hacer eso ya no me sentía tan nervioso. 

Estuvimos charlando un buen rato, de nuevo nada trascendental, pero de forma muy fluida. Ambos odiábamos estar allí en ese momento. Ambos odiábamos el traje de aquel amigo mío. Y ambos nos buscábamos en los ojos del otro.

Por un momento recordé que era la novia de un amigo, algo prohibido por el código ético de todo buen amigo.

Pero ya he dicho antes que no los consideraba amigos. Ya no.

Me daba igual, en a penas unas horas descubrí que ella era más especial que cualquier persona allí reunida, mucho más que yo, y por eso quería que fuera mía. Ya no importaba nada, despertó algo en mi, algo que nunca había despertado nadie.

Le pregunté si podía besarla. Ella se acercó a decirme que se moría de ganas de hacer lo mismo, pero que no sería correcto hacerlo, que tenía novio, y que yo era uno de sus amigos.

A la mierda lo correcto, tenías que ser mía. Eso debí decirle, no lo dije. Simplemente acepté los hechos.

Volvió a sonreír de aquella forma. Pero esta vez no me hizo sentir mal. De hecho esa sonrisa es aún hoy, el recuerdo más bonito que tengo en mi cabeza.

No volví a asistir a ninguna de aquellas reuniones. Años después me enteré que ya no estaba con mi amigo, rompieron aquella noche. Según oí, ella terminó la relación porque decía no sentir por él lo que debería sentir.

También supe que se casó, tuvo dos hijos... Curiosamente el destino quiso que su hijo mayor, estuviera en el mismo instituto que mi hija. 

Un día la vi, seguía igual. Obviamente más vieja, a todos nos deteriora el paso del tiempo. Pero seguía siendo como la recordaba. Perfecta.

Me acerqué a hablarle y pude apreciar un bonito brillo en sus ojos. Después de un abrazo, y una típica charla insustancial sobre la vida familiar, me decidí a preguntarle aquello que llevaba años queriendo preguntarle. ¿Por qué no fue? Su respuesta, sin embargo, fue la misma: Era lo correcto. La rebatí diciendo que fue injusto... Me miró como hacía años que lo hizo y dijo: Fue lo injustamente correcto.