martes, 16 de julio de 2013

Palabras con sabor a muerte.

"Esto es lo que les pasa a quienes intentan hacerse con las riquezas de Thal'Kurash."


Veinte años al servicio de la guardia de aquel al que llamamos Rey... Veinte años matando por el, sangrando por el... Veinte años sin vida.

Mi espada ha servido con lealtad a este Reino desde el día de mi nombramiento. Antes de eso solo era un mercenario más. Un asesino que mataría a quien fuese siempre que recibiera el dinero acordado.

Maldigo el día en el que dejé aquella puta vida. El día en el que me obligaron a elegir... El día en que no morí. 

Recuerdo ese momento con total claridad. El gusto a sangre en la boca, el agua de lluvia cayendo por mi cabeza sucia, el barro, las espadas que me apuntaban desde arriba, y las palabras del caballero de armadura plateada: Si quieres vivir servirás a la guardia real, si intentas huir, luchar, o cualquier cosa morirás. Hay arqueros en el tejado de aquella posada, una docena de guardias más al rededor de los que ya ves y una recompensa bastante jugosa para los mercenarios como tú...

Como un cobarde acepté la oferta del caballero. Un hombre debe pagar cada uno de sus pecados. Yo cometí cientos de ellos antes de ser parte de la guardia real... y miles más siendo parte de ella. 

Aquél era mi precio, la vida. Pero los dioses saben que deseé dejarla en cientos de ocasiones. Los crímenes que se cometen bajo la orden de un Rey siguen siendo crímenes... No hay distinción entre un Rey, el dueño de un burdel, un noble con una esposa ligera de faldas... Todos son iguales, todos merecen el mismo respeto. Desgraciadamente esa no es la visión que tiene el Rey.

Entre mis crímenes más horribles, destacaría el asesinato de unos niños a los que debía silenciar por haber visto demasiado. Recuerdo sus caras de miedo al verme rajar el cuello de su madre... El niño fue fácil de cazar, estaba gordo y no era nada ágil. Su hermana sin embargo, me dio un par de problemas. Uno de ellos fueron los gritos que daba. Por suerte nadie la oyó. Pero sin duda, lo que más me costó fue agarrarla. Corrió por toda la casa, se deslizaba por debajo de la mesa, tras las escaleras de madera que subían a las habitaciones, tiraba cosas con intención de darme y hacerme huir... Sin duda alguna, era una fiera. Seguro que con el adiestramiento correcto sería una gran soldado.

Finalmente la atrapé. Ella no paraba de llorar, de revolverse y de lanzarme mordiscos. Aún conservo una cicatriz en la mano izquierda de sus pequeños dientecitos. Es un recuerdo que me gusta tener. Me recuerda lo malo que he sido, y me asegura un lugar bastante acogedor en el más profundo de los infiernos. 

Recuerdo que la agarre fuerte y le susurré al oído: Tranquila niña, pronto estarás con tu madre y con tu hermano. Esto no es más que un trabajo. Y tu no eres más que una piedra en el camino de algún desgraciado con dinero, pero te prometo que él pagará, al igual que pagaré yo por haberlo hecho.

Acto seguido le rajé la garganta. Lo mas doloroso de arrebatar una vida es cuando notas como se va para no volver. Y yo noté como se iba su vida entre mis manos. Noté como la presión que hacía con sus mandíbulas desaparecía de repente, como sus pequeños bracitos dejaban de moverse y como los gemidos cesaban... 

Casualmente, años mas tarde, el destino quiso que aquel noble con tendencias sexuales mal vistas, fuese el objetivo de otro con más dinero. A él lo maté con gusto. Le obligué a mirarme a los ojos mientras lo abría en canal y lo dejaba desangrarse en la cara alfombra que tenía en la habitación en la que dormía.

Aquél caballero conocía todos mis crímenes, todos los que cometí como sicario y los que cometí como hermano de la guardia real.

Fue casi como un hermano para mi. Se dice que al entrar en la guardia todos son hermanos. No es cierto, todos nos mataríamos entre nosotros si el Rey lo hubiese ordenado. Los hermanos no hacen eso. Argos no era así. Él realmente era mi hermano. Luchamos en mil batallas juntos. Nuestras espadas acabaron con miles de enemigos. Su espalda contra la mía... Sus ojos me guardaban, los míos hacían lo mismo. Tengo heridas que le pertenecían a él, y él tenía heridas que iban destinadas a mi. 

Durante los cuatro años de entrenamiento fue el más duro de los instructores. El más hijo de puta. Pero una vez que me nombraron caballero de la guardia, Argos se convirtió en mi hermano. Lo único que tenía y valoraba en esta vida. Las guerras que libramos juntos, las heridas que nos cosíamos el uno al otro, las flechas que atrapábamos con los miembros para evitar la muerte del otro... Todo aquello era nuestra vida. Sin duda alguna, puedo afirmar que quería a Argos. Era lo único que tenía. Y ese al que llamamos Rey lo envió a una muerte segura.

Nunca le perdonaré haber ido a aquella batalla sin mi. Sabía perfectamente que no volvería y aún así quiso ir. Era la orden del Rey, me decía. 

Un verdadero Rey no manda a la muerte a quienes le protegen. Y Argos y yo eramos sin duda los dos mejores guerreros de su ejercito. Por eso me prohibió ir con el... Alguien debe cuidar del Rey, me dijo.

¿Cuidarlo? El ya tiene a sus putas, a sus cocineros, y a sus lameculos para que lo cuiden... Mi sitio estaba junto a él, en el campo de batalla. La sangre y el acero era nuestra vida.

Semanas más tarde llegó la cabeza de Argos en un cajón de madera con bordes dorados y cientos de monedas de oro y joyas dentro. Donde tenía los ojos, ahora tenía dos rubíes enormes. Junto a su cabeza había una nota manchada de sangre: Esto es lo que les pasa a quienes intentan hacerse con las riquezas de Thal'Kurash.

Me presenté ante el Rey arrastrando el cajón. Intentando no soltar una lagrima frente a ese hijo de puta. Estaba comiendo cerdo asado y bebiendo vino cuando me arrodillé frente a él. Al abrir el cajón cogí la cabeza de Argos y la levanté para que la viera...

Esto es por lo que ha muerto, su alteza. Por estas piedras y estas monedas es por lo que ha muerto Argos, vuestro mejor hombre, vuestro mejor caballero... Mi hermano. 

Acto seguido los guardias que estaban junto al trono me apuntaron de cerca con sus lanzas. El Rey me miró con odio y se mordió su envenenada lengua porque sabía que no podía acusarme de mentir. Pero podía desterrarme, y así lo hizo. 

Ahora vuelvo a ser un mercenario, un hombre sin pasado y sin futuro. Un hombre que mataría a un Rey por dinero, o por placer... Y juro sobre tu tumba, Argos, que ese Rey un día caerá de su trono y me mirará a los ojos mientras rajo su cuello. Porque la palabra es lo único que tengo, y debo conservarla.

lunes, 3 de junio de 2013

El viento de las estrellas.

¿Por qué el viento sopla aquí de forma diferente?
Es una pregunta que siempre me he hecho. Nunca he encontrado respuesta... 

Hace ya más de tres años que perdí el contacto con la tierra. Con todo signo de vida. Hoy he acabado con las provisiones. He conseguido alargarlas tanto como he podido, pero sabía que no durarían para siempre. Calculo que pronto moriré de hambre. Es una lastima que no nos diesen un arma... ya que, probablemente, en unos días, cuando el hambre me haga perder la cordura, echaré en falta una bala entre ceja y ceja.

Jhonson... Mayson... Caster... Todos ellos tomaron la decisión de "respirar". Jhonson lo hizo a los tres meses de estar incomunicados. Decía que nunca más volvería a ver a sus hijos y a su esposa... Intentamos detenerlo, pero fue en vano. cuando Caster y yo lo agarramos el se quitó el traje como pudo... cuando se quitó el casco su cabeza estalló por la presión. Juraría que en el segundo antes de que eso pasara, lo vi sonreír. Sólo recordar eso ya me hace sentirme mal...

Mayson fue el siguiente. Un año y algo después de Jhonson. Siempre miraba una foto de su hijo. Ya era mayor, tenía quince años. Siempre me comentaba que cuando volviésemos lo llevaría de caza. Siempre se mostró triste por lo que hizo Jhonson. El no estaba presente cuando ocurrió. Pero decía que al menos, había terminado con todo, ya que aseguraba que moriríamos tarde o temprano en esta nave. Un día, nos dijo a Caster y a mi que eramos grandes compañeros, que nos echaría de menos... Un par de horas más tarde, el joven Caster y yo estábamos cenando cuando oímos la alarma de la puerta. Estaba abierta y no se veía nada.

Tres meses más tarde, Caster me preguntó: ¿Qué sentido tiene seguir viviendo en esta nave, capitán?
No supe que contestarle... No teníamos combustible, no teníamos radio, nos estábamos quedando casi sin provisiones y dábamos por hecho que jamás volveríamos a pisar tierra. 
Lo miré con esa mirada que ponemos todos cuando no sabemos que contestar, pero sabemos perfectamente lo que va a suceder. Simplemente asentí. No era más que un chiquillo, apenas tenía veintiséis años. Tenía una novia de su edad, siempre hablaba de ella, de las ganas que tenía de volver y abrazarla, de hacerle el amor y de pedirle matrimonio. Nosotros nos metíamos con él... "Nunca te harás un hombre si piensas como una mujer" le decíamos. Ese día, bajo mi consentimiento... salió a "respirar".

Dudo mucho que este mensaje sea escuchado alguna vez. Realmente no se ni porqué lo grabo... Creo que se lo debo a los tres. Es una forma de redimirme por haberlos llevado a la muerte. En el caso de que alguien encuentre esta nave y oiga este mensaje, han de saber que: Carl Jhonson, Ted Mayson y Leonard Caster. Tripulantes de la nave Estrella de fuego. Fueron honorables compañeros, profesionales en todo lo relativo a sus puestos de trabajo. Sus familias y seres queridos deben conocer como murieron.

En cuanto a mí. No tengo a nadie que llore mi perdida. Por lo tanto, mi nombre es irrelevante. He cumplido con mi papel de capitán de la Estrella de fuego desde el primer día hasta... Hoy. 

Al finalizar este mensaje, apagaré todos los sistemas, dejaré la nave totalmente muerta. Dirigiéndose a la nada, sin nadie que observe la oscuridad del espacio. Cambio y corto.

Parece que es mi turno... Prefiero morir ahora que dentro de unos días. Si el resultado va a ser el mismo ¿para qué alargarlo? 

La puerta de la nave sigue tan dura como siempre. Es un alivio saber que no tendré que abrirla más veces. 

De nuevo noto ese viento... me azota la cara... ¿Por qué el viento sopla aquí de forma diferente?

domingo, 3 de marzo de 2013

El búho.

"Impasible y observadora, puedo apreciar como esa ave me juzga... Como juzga cada error, cada pecado y cada pensamiento impuro..."



La madrugada se volvía eterna. Mis ojos anclados al techo de mi habitación no parecían estar interesados en cerrarse y trasladarme al mundo de los sueños, donde nada es real, donde nada importa...

Una noche bastante inquietante. Era la segunda noche consecutiva que no podía dormir. Y justo cuando parecía que estaba a punto de conseguirlo escuché un ruido. Un golpe en mi ventana con la rama del árbol que hay junto a ella.

El viento, solo fue el viento. Eso quise pensar. El viento travieso y juguetón de aquella maldita noche. 

Al cabo de unos segundos, volvió a sonar ese ruido. Esta vez más fuerte. Probablemente fue por el sobresalto del momento, pero pude apreciar como algo o alguien rasgaba el cristal de la ventana.

Me arropé, solo mis ojos escapaban de aquella prisión que yo mismo creé con las sabanas y mantas. Mirando al techo sin poder parpadear. Intenté tranquilizarme. Seguro que fue la rama, la rama de aquel árbol  si, solo puede ser eso. 

Pero volvió a sonar... Me estaba volviendo loco. ¿Qué o quién podía ser? 

Decidí actuar como un hombre. Como un hombre sin miedo, decidido... Como un estúpido...

Tembloroso, salí de la cama. Escuchaba el viento silbar a través de la pequeña raja de la ventana. Andaba cauteloso, tembloroso, asustado. No sabía lo que esperaba tras aquella ventana. Solo tenia constancia de ese ruido desgarrador que me mantenía en suspense. Finalmente llegué a la ventana y miré a través de ella.

Como yo pensaba, era el viento, movió la rama más cercana a la ventana y produjo aquel tenebroso ruido. 

Sin embargo, justo cuando me di la vuelta volví a escuchar ese ruido. Me quedé totalmente paralizado... No sabía que hacer. El ruido no paraba, escuchaba perfectamente como si unas garras intentasen atravesar el cristal desgastandolo lentamente. 

Me giré de golpe y caí de espaldas al suelo al ver aquello. 

Un enorme búho parecía querer entrar en mi habitación. Tras un segundo me puse en pie y reí tranquilamente. Sintiéndome más estúpido de lo habitual me acerqué a la ventana y di un golpe en el cristal espantando al pájaro. Pude observar como se posaba en el árbol. Ya podía volver a mi cama e intentar conciliar el sueño. Pero tras volver a girarme, escuché de nuevo como sus garras pretendían penetrar el grueso cristal.

Me giré nuevamente y volví a asustarlo. Pero volvió a posarse en el árbol. Me miraba fijamente. Una mirada tan tranquila que me parecía siniestra. Un escalofrío recorrió todo mi ser. Solo es un pájaro, un pájaro y nada más... No debo tener miedo de un simple pájaro. 

Pero cuando me daba la vuelta volvía a rasgar el cristal. Volví a mirarlo fijamente y me perdí en su mirada. Me veía a mi mismo... Veía mi vida... Y no me gustaba.

Ese pájaro parecía haber venido del mismísimo infierno solo para atormentarme. 

No se movía ni un ápice. Cada vez estaba más y más nervioso. ¿Qué quieres de mí, ave infernal? Solo quiero dormir, escapar de la realidad. ¡Déjame en paz!

Al cabo de un momento me di cuenta de que estaba gritándole a un pájaro. Pájaro que probablemente solo estuviese ahí para reposar tras una larga distancia de vuelo. Decidí relajarme y volver a la cama ignorando cualquier ruido. 

Al darme la vuelta pude oír de nuevo como rasgaba la ventana. Pero decidí no prestarle atención. Aunque me fue imposible... Cada vez lo hacía más fuerte... Más rápido. 

Decidí actuar, apartarlo de aquél árbol, de aquella ventana, de mi vida... Cogí un paraguas y abrí la ventana. Empecé a hacer aspavientos con las manos y a agitar el paraguas. El búho revoloteó alrededor de mí y volvió a posarse en el árbol.

Decidí acercarme más a él. Me subí a la rama de aquél árbol y pude escuchar un ligero crujido. Quizás la rama no aguantase durante mucho tiempo, debía darme prisa. Abrí el paraguas para asustar a aquel maldito animal pero fue en vano. Tras un leve revoloteo volvió a su posición.

Volví a perderme en sus oscuros ojos. Me viene un recuerdo a la cabeza. Un recuerdo oscuro que deseo olvidar desde hace mucho... El recuerdo de una mujer.Una mujer que ya no pertenece al mundo de los vivos. Una mujer a la que amaba... Aún no me he podido quitar ese sentimiento de culpabilidad por su muerte...

El búho parece estar aquí solo para recordarmelo. Para hacerme caer en la locura que he intentado evitar durante años. Tengo que acabar con esto, tengo que evitar que me vuelva loco.

Me pongo completamente de pie en la rama y ando decidido hacia él. Antes de llegar escucho de nuevo un crujido y me quedo quieto. La rama va a partirse inevitablemente. No puedo hacer otra cosa que saltar hacia delante. Pero antes de que tome impulso la rama se parte.

Mientras caigo puedo apreciar como el búho me mira. Son a penas un par de segundos, pero se me hacen bastante largos.

Algo frío atraviesa mi pecho. Es el metal del que está hecha la valla que rodea mi casa.

Al final mi muerte es inevitable. Desde hace dos días notaba que algo oscuro iba a suceder. El búho solo era el mensajero... Ahora lo entiendo todo. Y aquí me veo, atravesado por el frío metal, mirando al cielo y sin posibilidad de moverme ni sobrevivir.

Puedo ver como la luna llena aporta una fría luz a la oscuridad que ofrece el cielo nocturno. Y de nuevo oigo ese aleteo.

Muevo un poco mi cabeza y vuelvo a ver al búho. Esta vez posado sobre el ensangrentado acero en forma de lanza que ha atravesado mi pecho. Intento agarrarlo, pero es inútil, a penas puedo mover la mano.

Veo como me observa impasible. Gira su cabeza y alza el vuelo.

Observo como se aleja lentamente. Ya ha cumplido su cometido. Y vuela hacia la brillante luna, dejándome a mí la oscuridad...

____________________________________________________________________

Bueno, tenía esto empezado desde hace un tiempo y me he dignado a terminarlo hoy. La verdad es que me parece una historia con un fondo bastante romántico, a pesar de la impresión tenebrosa y oscura que pueda causar.

Espero que os guste leerla tanto como a mí escribirla.

miércoles, 30 de enero de 2013

(+18) Algo más.

Todo empezó como un juego... Una inocente y típica broma de jóvenes con mas alcohol que sangre en las venas. Nadie imaginaba que pudiese trascender en algo más.

Me llamo Irene, soy estudiante en la universidad. Estudio finanzas. No es algo que realmente me guste, pero tampoco me parece demasiado desagradable.

Mis compañeros y yo hemos estado planeando salir este viernes para tomarnos unas cervezas y bailar en algún sitio. Lo cierto es que me apetece despejarme un poco. Últimamente estoy muy saturada por los estudios. Necesito una fiesta pronto.

En total creo que seremos cinco. Juan, Miguel, Carlos, Carlota y yo. 

Carlota es mi compañera en clase. La conozco desde el inicio del curso solamente, pero se ha convertido en una muy buena amiga. Cuando tengo algún problema ella siempre está ahí para darme ánimos. Ni que decir tiene, que yo hago lo mismo cuando la veo a ella mal.

A veces nos quedamos hasta las tantas de la noche charlando por WhatsApp. Lo cierto es que es una chica bastante importante para mí.

Y bueno, los chicos que vienen me caen bastante bien. Son muy majos, aunque sospecho que alguno tiene un interés demasiado alto en nosotras dos. Pero ahora no estoy para tener nada con nadie. Hace poco terminé una relación de mucho tiempo y aún no me veo preparada para volver a acercarme a otra persona.

Pero bueno, ahora solo quiero pensar en la juerga de este viernes. La necesito, necesito quitarme la presión de los exámenes de encima.

Por eso estoy con Carlota de compras. Quiero comprarme algún modelito para este fin de semana. 

Hemos estado en varias tiendas probándonos ropa. Yo siempre iba en busca de pantalones ajustados y de faldas insinuantes, mientras que ella iba en busca de ropa un poco mas recatada. Yo siempre le digo que se compre ropa mas atrevida. Tiene un cuerpo muy bonito... Lo cierto es que tiene un buen culo y no lo aprovecha nada. No suelo fijarme demasiado en el cuerpo de otra mujer, pero ella está, como diría cualquier tío, bastante buena.

mientras nos probábamos ropa compartíamos el probador. Total, no había una razón para ir a probadores separados. Íbamos juntas y comprábamos a la par.

Cuando entrabamos a un probador y nos quedábamos en ropa interior, podía apreciar lo dicho anteriormente. Tiene un culo muy bonito. Y lleva unas pequeñas braguitas con lineas horizontales que le quedan muy bien. A parte, tiene los pechos casi perfectos. Tiene una talla parecida a la mía, una noventa. Cosa que me encanta en una mujer. No me gusta nada ver a una mujer con el pecho muy grande. Creo que los tiene muy bien.

Al final nos gastamos mas de lo que queríamos pero no vamos a devolver nada. Un día es un día.

Vamos a tomar café a una cafetería del centro de Málaga y nos ponemos a charlar. Charlamos sobre los exámenes  sobre ex-novios, sobre programas de televisión... Se nos pasa el tiempo casi volando. Antes de darnos cuenta son las diez y media de la noche del miércoles. Decidimos irnos a casa. Compartimos el bus ya que vivimos cerca. 

Al llegar a nuestra parada nos despedimos. Pero cuando vamos a darnos dos besos, un torpe movimiento de cabeza nos hace rozar nuestros labios por un segundo. Un fallo bastante común por otra parte. Ambas reímos por lo que acaba de suceder. Parecemos crías de cinco años que cogen de la mano a un chico por primera vez. Tras unos segundos de vergüenza, que por otro lado no teníamos por que tener, nos despedimos hasta mañana.

El jueves es un día bastante ajetreado. Hemos tenido cuatro exámenes bastante importantes y aún nos queda otro más el viernes. Pero al menos el fin de semana está muy cerca. 

Los chicos nos proponen ir a tomarnos una cervecita esta tarde, pero yo estoy algo cansada, por lo que digo que no. Prefiero quedarme en casa leyendo algún libro, viendo alguna película o estudiando.

Carlota opina igual. Así que ninguna de las dos va. Decidimos quedar nosotras dos en mi piso para tomarnos un café y luego estudiar un poco.

Y así es, son las ocho de la tarde y seguimos estudiando. Aunque lo cierto es que ya vamos muy sobradas a ese examen. 

El tiempo se nos echa un poco encima y de repente son las nueve y media... A esa hora dice de irse. Aunque yo le insisto en que se quede a cenar y a dormir, total, mañana entramos dos horas después  Le da tiempo de ir a casa a cambiarse de ropa.

Tras un rato rogándole, acepta acompañarme en la cena. Nos calentamos unas pizzas que tenía en el congelador. Mientras están en el horno le digo que vaya a mi habitación y coja algo de ropa cómoda 

Tras un par de minutos aparece ante mi con unos pantalones cortos y una camiseta blanca que le queda un poco grande. Está adorable. Sacamos las pizzas del horno y cenamos viendo la tele.

A las once y media aproximadamente decidimos acostarnos. Le digo que puede dormir donde quiera, en el sofá-cama o en el cuarto que tengo libre. Prefiere el sofá. 

Al despertarme voy al salón y veo que ella sigue dormida. La luz de la mañana entra por la ventana principal y atraviesa las finas cortinas iluminando el sofá donde Carlota duerme plácidamente  Lo cierto es que es una imagen bastante bonita. Me acerco a despertarla. Suavemente le acaricio un hombro mientras susurro su nombre. Antes de que me de cuenta ella agarra mi mano y la "abraza" durante unos segundos. Puedo notar sus pechos a través de la camiseta que lleva puesta... Me pongo bastante nerviosa de repente.

Ella sigue dormida. Me agacho y pongo mis labios a la altura de su oreja para susurrar su nombre de nuevo. Pero agarra mi mano con mas fuerza aún. Estoy muy sonrojada. Y Carlota no consigue despertar. En realidad tengo una movilidad muy limitada. No quiero ser brusca con ella y vuelvo a susurrar su nombre cerca de su oreja. La única respuesta que obtengo es un suave gemido mientras se gira hacia mí poniendo de nuevo, sus labios peligrosamente cerca de los míos  A los pocos segundos abre los ojos y me ve allí, agachada frente a ella, casi rozando nuestros labios, y mi mano izquierda sobre su pecho.

Se incorpora rápidamente y me pide disculpas. De nuevo sonreímos como niñas pequeñas. Tras explicarle el malentendido ambas reímos a carcajada limpia. Pero noto algo distinto en sus ojos...

Ya es viernes, al fin es viernes. Hoy, tras el último examen de la semana disfrutaré como una enana.

En clase, Carlota y yo nos sentamos juntas. Hoy he podido apreciar que me mira bastante. Y que cuando yo miro hacia su sitio ella esquiva mi mirada. Es muy raro, nunca nos había pasado. Supongo que es por lo de esta mañana... Espero que no se haya molestado.

Tras las clases decidimos ir a comer en grupo. Hay que festejar que los exámenes nos han salido medianamente bien. Y no hay nada mejor que una buena comida y una cerveza fresquita.

De nuevo, el tiempo pasa más rápido de lo que debiera. Y sin quererlo ya es prácticamente la hora de irnos a duchar y a arreglarnos para esta noche.

Son las nueve y cuarto y ya estoy lista. Cojo el móvil y llamo a Carlota para ir juntas hasta la casa de uno de los chicos, ya que vamos los tres en su coche. 

Llamo al portal de Carlota y la espero abajo. Mientras espero me retoco mirándome en el reflejo del cristal de la puerta. De repente veo a través del cristal a Carlota. Va muy explosiva. Al final me hizo caso y se ha puesto el pantalón que le dije y una camisa con transparencias. Está especialmente guapa esta noche. Al verla se lo digo. Ella sonríe tímidamente. Acto seguido salimos hacia la casa de este chico. Tardamos al rededor de diez minutos en llegar.

Montamos en el coche y salimos. Al llegar al centro decidimos ir a cenar a algún sitio mientras nos tomamos unas cervezas. Por suerte hay un sitio en el que con cada cerveza te ponen una tapa. Carlota y yo bebemos al mismo ritmo. Y lo cierto es que somos mas rápidas que esas nenazas. Nos hemos bebido siete cañas cada una mientras que ellos van por la cuarta aún.

Después de eso vamos a bailar. A Carlota le encanta el vodka negro. Pedimos exactamente lo mismo. Los chicos nos invitan a unos chupitos de tequila que con gusto aceptamos. Mientras teníamos los chupitos en la mano. Uno de los chicos empezó a vitorear nuestros nombres y a decir repetidamente "¡que se besen!". Nosotras reíamos, pero los demás repetían lo mismo. No podíamos parar de reír  Pero en un segundo, nuestras miradas se cruzaron y decidimos besarnos. Fue un beso bastante simple, un pico. Nada más. Los chicos quedaron desilusionados. Pero nosotras no parábamos de sonreír. A los pocos minutos me entraron ganas de ir al baño y pedí a Carlota que me acompañase. 

Una vez salí del baño fui al lavabo a lavarme las manos. Mientras me las lavaba veía a Carlota apoyada en la pared frente al espejo. No paraba de sonreír. -¿Sabes? Tienes unos labios muy dulces Irene. Tras oír eso me sonrojé. -Tu también, mucho mejores que los de cualquier chico. La vi acercarse a mí. Se puso a mi lado y empezó a enjuagarse las manos ella también. Tras un momento de silencio la miré a los ojos y vi algo en ellos. Ahora mismo no se explicar que fue. Pero me acerqué a ella lentamente y la besé de nuevo. Esta vez con mas pasión que antes. No podía parar. Me excitaba sobremanera sentir sus labios, su húmeda lengua... Ella se acercaba más a mi. Podía sentir sus pechos junto a los míos. Me agarró de las muñecas con las manos hacia arriba y me empujó contra la pared. Parecíamos estar poseídas. Pero no podíamos parar. Yo estaba mas excitada que nunca. Nuestras piernas se cruzaban mientras seguíamos besándonos. De pronto me soltó las manos y me agarró por la cintura. Yo hice lo mismo y apreté con ganas ese culo tan perfecto mientras la empujaba contra mí. 

Tras unos intensos minutos recuperamos el control de nuestros cuerpos... Me miró a los ojos y no tuvo que decir nada más. Salimos del baño y le dijimos a los chicos que nos íbamos a casa porque nos encontrábamos mal. Ellos insistían en que nos quedásemos, pero no lo hicimos. Salimos de aquél local y llamamos a un taxi. Íbamos sentadas detrás, muy juntas. Ella acariciaba mi muslo. Cosa que me ponía terriblemente cachonda. Yo no veía el momento de llegar a casa y volver a sentir su lengua dentro de mi boca.

A los pocos minutos llegamos a mi casa y subimos corriendo. Al entrar por la puerta me agarró de nuevo, esta vez con más ganas que la anterior. Me tiró contra el sofá y se subió encima de mí. No paraba de besarme, de acariciarme... Y yo cada vez me sentía mas excitada. De nuevo agarré con ganas ese hermoso culo y la pegué contra mí. Subí mis manos y decidí acariciarle el pecho. Le arranqué la camisa, cosa que le encantó... Lo noté en la mirada que me dedicó. Me incorporé y le di la vuelta a la situación  La tumbé y me puse sobre ella. Empecé a besarle el cuello, me detuve en sus pechos y les dediqué un buen rato. Ella gemía de placer mientras mi lengua danzaba con sus duros y pequeños pezones. Al llegar a su cintura me detuvo.
-Déjame a mi... Me dijo. Acto seguido se desabrochó el pantalón y muy despacio, se lo quitó. Tiene un cuerpo espectacular. Me encanta la ropa interior que usa.

Antes de que pudiese continuar volvió a tomar el control y se tumbó encima de mí. Nuestras piernas se cruzaban... Con su muslo rozaba mi entrepierna de vez en cuando... Me encantaba. No paraba de besarme, de acariciarme los pechos. Y su muslo volvía a rozarme justo en el sitio que debía hacerlo. Fue bajando desde mi boca hasta mi pecho, quería devolverme el favor y lo cierto es que lo hacía jodidamente bien. Me puse muy cachonda cuando sentí su lengua en mis pezones. A veces los mordía suavemente haciéndome gemir de puro placer. Siguió bajando hasta llegar a mi cintura... Yo no la detuve en ningún momento. Me quitó la falda, y me bajó las braguitas muy despacio. Ese momento nunca lo olvidaré. Fue tremendamente excitante. 

Una vez que yo estaba desnuda empezó a lamer mi pierna desde el tobillo hasta el interior de mi muslo. Yo no podía controlar mas mi cuerpo. Solo me dejaba llevar... Cada vez la notaba mas cerca. Hasta que de repente noté su húmeda lengua entre mis piernas. En ese momento estallé. Nunca me había planteado ser bisexual, nunca me había sentido atraída por una mujer... Pero Carlota... Ella sabe lo que me gusta y donde me gusta. Jamás me habían practicado el sexo oral de esta forma. Es, sin duda alguna, la mejor experiencia que he tenido jamás.

No se cansa, ella sigue lamiendo y jugueteando con sus curiosos dedos y yo no voy a detenerla. Me siento mejor que bien. Cada vez estoy mas excitada. Le agarro la cabeza y la miro. Observo que ella levanta la mirada y me dedica un pícaro guiño. Acelera el ritmo de su lengua y consigue que tenga el mejor orgasmo de mi vida. No puedo parar de gemir mientras lo tengo y eso a ella parece excitarla más aún, por lo que no se detiene. Finalmente, tras dos orgasmos seguidos le digo que pare. Ahora es su turno.

La vuelvo a tumbar en el sofá y le bajo las braguitas con mucha delicadeza. No se si estaré a la altura, pero lo haré lo mejor que pueda.

Empiezo a besarla de nuevo mientras mi mano juguetea con su entrepierna. Ella está muy mojada, cosa que me excita muchísimo. Decido bajar de nuevo, despacio... Parándome de nuevo en su pecho, lamiendo hasta el último rincón de su cuerpo. Hasta que finalmente llego a donde quiero llegar. Empiezo a lamerlo despacio, noto como se le eriza la piel cada vez que mi húmeda lengua roza su clítoris. Es algo afrodisíaco  no puedo parar de hacerlo. Acelero el ritmo y consigo que se excite más aún. Noto que lleva sus manos a mi cabeza y me aprieta con fuerza contra su húmeda zona. Sigo, sigo hasta que finalmente consigo mi propósito  Puedo notar unos pequeños espasmos en sus piernas. Me parece terriblemente mona en ese momento. Por lo que decido continuar. Yo también quiero hacerla llegar al orgasmo dos veces. Tras un rato consigo hacerlo.

Ella aparta mi cabeza mientras me mira fijamente. En sus ojos veo algo que siempre he querido ver en una persona... Felicidad. 

Subo y la beso de nuevo. Nos dedicamos a darnos un largo y romántico beso durante bastante tiempo. Finalmente, la abrazo y nos dormimos en esa postura. Con nuestros cuerpos totalmente desnudos y entrelazados. Tapadas únicamente por una fina sabana. 

A la mañana siguiente, en cuanto abro los ojos observo que ella sigue dormida. La miro y me inspira tranquilidad, alegría, paz... A los pocos segundos abre los ojos y me mira. Parece avergonzada, agacha la mirada. Le digo que me mire, que no se avergüence. -Carlota, vamos... ¿Qué ocurre? -No... No se, me siento rara... Creo que ayer bebimos más de la cuenta...

Me acerco un poco más a ella y le beso la frente. -Vamos, te he visto mucho mas borracha que anoche y aún sabías lo que decías y hacías. No me vengas con excusas tan baratas.

Levanta la mirada y sonríe ligeramente. -Perdóname Irene... Es que creo que no deberíamos haberlo hecho. Somos amigas, te quiero, te adoro... Y no quiero que nada estropee eso.

En ese momento la miro a los ojos y la beso. -No te preocupes por nada, yo tampoco quiero que nada se estropee entre nosotras. Y no va a estropearse. Para mí esta noche ha sido maravillosa, y a riesgo de pecar de prepotente, diré que para ti ha sido esplendida también. ¿O me equivoco?

Se sonroja de nuevo. -No, no te equivocas, has sido maravillosa conmigo y he sentido más de lo que he sentido nunca. Pero...

Antes de que termine la frase vuelvo a besarla. Esta vez durante mas tiempo, ella parece encantada. Nos fundimos en un apasionado beso. Se sube sobre mí y me susurra al oido: -Prométeme que jamás dejaremos de ser amigas Irene. -No te preocupes... Ya somos algo más...



viernes, 11 de enero de 2013

Una gota de lluvia.

"Solo soy una gota de lluvia... Pero soy la primera gota de lluvia."

Si... Eso fue lo que escuché aquél día. 

Estaba nublado. Solo tenía seis años. Salí a jugar solo, no tenía amigos... Era un chico raro. Tenía gafas, aparato dental, la piel pálida y era asmático. 

Me alejé de casa. Había un arroyo a un par de kilómetros y me gustaba ir allí a escuchar el agua y a ver alguna que otra rana. Me gustan las ranas. Son pequeñas, verdes, dan saltitos y tienen una cara muy simpática. Hay algo en ellas que me inspira tranquilidad... Creo que son las criaturas mas bellas del planeta.

Pero no quiero desviarme, estoy aquí para contar lo que pasó aquél día de octubre.

Como ya he dicho, salí a jugar solo, y terminé en ese arroyo. El cielo estaba gris, la temperatura no era muy baja. Recuerdo que iba con una fina camiseta de manga larga, pero no tenía frío. Tenía los pies mojados de pasear por la orilla del arroyo.

Lo cierto es que me encantan los días grises, me transmiten mucha paz. Creo que esos días están infravalorados... La gente siempre busca días cálidos, sin nubes, sin lluvia... ¡No saben apreciar la belleza!

Pero de nuevo ando lejos del tema principal...

Mientras caminaba por el río, noté que iba a empezar a llover en breve. El cielo estaba muy gris, más de lo habitual en los días lluviosos de aquél mes de octubre.

Alcé la vista al cielo y me deleité con el secuestro del sol por parte de las nubes. Fue un momento que jamás olvidaré. De pronto, el sol desapareció ante mis ojos. Es como si las nubes lo devorasen. 

Tenía las gafas sucias, y me las quité para limpiarlas con la manga de mi camiseta. No quería perderme nada de aquél bello espectáculo que se mostraba ante mi.

Mientras frotaba las lentes con la manga de la camiseta, escuché un relámpago. En ese momento supe que el espectáculo iba a comenzar. Me puse las gafas a toda prisa. Aún no estaban limpias del todo... Pero no quería perder ni un instante más. Me senté sobre una roca que había en la orilla del arroyo y esperé el gran momento mirando al cielo. Esperé... Esperé durante un buen rato. Parecía que, en contra de lo que normalmente esperaría cualquiera, no empezaría a llover.

Al cabo de unos minutos, me puse en pié algo desilusionado. Miré hacia el cielo y pude apreciar unos débiles rayos de sol. Ya había perdido toda esperanza de que empezase a llover. Sin embargo, y para mi sorpresa. Cuando estaba mirando hacia arriba, una gota de lluvia cayó en mi mejilla. En ese momento sonreí. Pero había más...

Esa gota de lluvia me habló... Se que parece una locura, se que no es posible, que las leyes físicas mantienen que es imposible que algo así pueda suceder... Pero yo se lo que vi, lo que escuché, lo que sentí...

Recuerdo toda la conversación...

Se que me has estado esperando, se que llego tarde, pero aquí estoy, contigo... Gracias por esperarme.

Yo me asusté, no sabía lo que pasaba... 

-¿Eres la gota de lluvia que tengo en la mejilla la que me está hablando?

Si, soy yo. No tengas miedo pequeño.

Aunque parezca increíble, ya no sentí ningún miedo, es como si realmente la conociera de toda la vida.

-¿Por qué puedes hablar? Solo eres una gota de lluvia.

Solo soy una gota de lluvia.... Pero soy la primera gota de lluvia. Siempre he caído en lugares vacíos, en personas que no me esperaban, en mares, en ríos, en altas montañas, en tejados de pobladas ciudades... Y siempre he esperado caer sobre tu mejilla. Ya que eres la única persona que me esperaba de corazón.

-¿Pero... qué quieres de mí? No se que decir... No se que hacer.

No debes preocuparte... Solamente quiero que desees mi llegada siempre... Habrá muchas más gotas de lluvia. Pero no te dirán nada, solo yo... Mi único deseo es volver a encontrarte. Pero no me busques. Te volverías loco intentándolo .. No puedo predecir donde caeré... pero se que siempre volveré a subir. Y estoy segura de que volveré a caer sobre tu mejilla.

Ahora debo marcharme para seguir con el ciclo natural. Pero te prometo que volveré siempre que estés esperándome con la mirada perdida en el cielo.

Acto seguido, con mi dedo indice, cogí a la delicada gota y me acerqué al río. Sumergí mi mano en el agua y la perdí de vista. Ambos sabíamos que volveríamos a encontrarnos...

Pero no ha sido así... Han pasado ya ochenta años... Estoy ingresado en este hospital y conectado a un maquina para respirar...

Ya no me queda mucho tiempo en este mundo. Soy consciente de ello. Y te preguntarás por que te cuento esto... ¿Verdad? Se que no soy mas que un paciente más de este hospital, y que probablemente creas que estoy loco de atar. Pero me gustaría pedirte un favor... ¿Podrías sacarme a fuera para poder respirar un poco de aire puro?

La enfermera asiente y me lleva en una silla de ruedas al patio del hospital. Me cuesta bastante respirar... 

Al mirar al cielo veo que se está nublando muy rápidamente. Es octubre. Sonrío. Me quedo un rato mirando hacia arriba y de nuevo, como hace ochenta años, no llueve. Cuando la enfermera agarra de nuevo los mangos de mi silla de ruedas, se que no voy a volver a sentirla... Pero antes de que vuelva a bajar la mirada, una gota de lluvia me cae en la mejilla. En la misma mejilla que hace ochenta años. Se que es ella.

De nuevo caigo sobre tu mejilla. De nuevo un día de octubre. Siento tanto no haber llegado antes...

Una lagrima de alegría cae por mi mejilla y se junta con ella.

Al fin. Por fin ha llegado la hora en que estaremos juntos para siempre...

Noto una fuerte presión en el pecho, no puedo respirar, se me nubla la vista... Dejo de vivir.


miércoles, 2 de enero de 2013

Una de detectives.

"Salta, salta, pequeña ranita. En la orilla del río, con agua fresquita"

Esas eran las únicas palabras de aquel paciente. -¿Cómo se llamaba? -Edward Hans.

Solo repetía esa canción infantil. Rebuscamos en, prácticamente, todos los archivos y no encontramos nada con respecto a esa canción. Le medicábamos, le drogábamos para que dejase de cantarla e intentase decir otra cosa, pero nada funcionó. Lo que realmente nos llamó la atención es que el si nos entendía.

Era muy hábil tallando figuras en madera. Era el paciente más vigilado. Pero no daba ningún tipo de problema. Estaba casado, sin hijos. Su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que se volviese loco. -¿Por qué lo llama loco, Doctor? -¿Perdone? -Hasta ahora solo me ha dicho que cantaba únicamente una canción infantil de la que no tienen referencias, que era hábil tallando madera, y que su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que ingresara en su centro. -Bueno, yo... Nuestros pacientes están... -Encerrados contra su voluntad... Quizás sea eso lo que intenta decir, Doctor. -¡No consiento que me hable en ese tono, Detective! Usted está aquí para averiguar el paradero de Edward Hans. Así que limítese a preguntar cosas relevantes.

Tras un instante de silencio, miré mi libreta y seguí apuntando datos del paciente: Edward Hans.

El paciente desapareció hace cuatro días. Nadie lo vio salir, nadie vio a gente desconocida acercarse a su habitación, y por supuesto, las cámaras de seguridad no han registrado nada extraño. Simplemente desapareció. -Pero usted sabe, al igual que yo, que es imposible que alguien escape de este centro, ¿Verdad? -Claro que lo se, por eso estoy tan molesto con el asunto. Ese paciente es muy especial... -Ya lo se, me he informado, su mujer les paga una interesante cantidad de dinero por mantenerlo aquí. Además su nombre es una publicidad muy valiosa para este centro. ¿Me equivoco? -De nuevo está usted tomando el camino erróneo en esta conversación, Detective Nox. -Creo que ya tengo todo lo necesario para empezar la búsqueda, Doctor. Gracias por su colaboración. -Espere, antes de irse debo enseñarle una cosa... La colección de figuras talladas que tenía el paciente.

El Doctor arrastró una caja de madera hasta donde estábamos sentados. Al abrirla pude apreciar una cantidad enorme de pequeñas figuras.

Son todo ranas... ¿Qué debo ver?  -No todas... Fíjese en esta. Es la última figura que talló antes de desaparecer. -¿Es una llave? -Si... Es una llave, pero lo llamativo es la inscripción que hay grabada...


"El sordo siempre piensa que los que bailan están locos."

Cogí la figura y esbocé una sonrisa. El Doctor me dedicó esa mirada que se le dedica a la gente que te cae mal. Terminé el cigarro que tenía en la mano y antes de expulsar el humo le dije: -No se preocupe, Edward Hans está bien... Y seguro que como Doctor, no hay nada más gratificante que saber que uno de sus pacientes no necesitará mas su ayuda. Tiré la colilla al suelo y salí de aquel sitio. Edward Hans estaba muerto, siempre lo estuvo. Ese nombre era falso, al igual que su esposa y su patrimonio. El verdadero nombre de ese paciente es Hans Darrell. Y esa llave, con esa inscripción es su sello, su marca, su identidad... 

Al final, ambos tendremos la muerte que deseamos... Solo queda saber, quien moverá primero.


El dilema del erizo.

El pequeño erizo jugaba tranquilo y solitario con una pequeña piedra cuando, de repente, una ardilla se le acercó. -¿Me dejarías jugar contigo, pequeño erizo?  

El erizo estaba asustado, nunca había jugado con nadie, y no sabía si era seguro. Pero aceptó.

El erizo y la ardilla jugaron durante todo el día. Al marcharse, la joven ardilla le dio una bellota al erizo y le dijo: -Oye, voy a regalarte esta bellota. Se que no es mucho, pero para mi es muy especial, ya que es mi comida favorita. Me lo he pasado muy bien contigo erizo, espero que mañana podamos jugar de nuevo.

El erizo estaba contento, tenía una nueva amiga y le habían regalado una bellota. El erizo dudaba entre comérsela o no. Finalmente decidió guardarla.

Al día siguiente, la ardilla volvió, y de nuevo jugaron durante horas. El erizo era feliz cuando la ardilla estaba cerca. Y la ardilla parecía muy contenta también.

Pasaron meses y meses. El erizo cada vez estaba mas unido a la ardilla. Y cada segundo que pasaba lejos de ella, era una eternidad.

Un día, el pequeño erizo le dijo a la ardilla que la quería, que quería que siempre estuviese a su lado, ya que era cuando más feliz estaba. La ardilla sonrió, se acercó a el, y le dio un tierno beso. En ese momento el erizo entendió que la ardilla sentía lo mismo.

El erizo llevó a la ardilla a su madriguera y pasaron la noche juntos. El erizo se durmió acurrucado junto a la ardilla. Al despertar, vio que ella no estaba. Se preocupó. Pero segundos mas tarde, la ardilla apareció con varias bellotas para comer. El erizo observó que la ardilla estaba herida. Y le preguntó que le había pasado. Esta le dijo que se golpeó con una rama al buscar las bellotas.

Pasaron unos días y el erizo seguía viendo heridas en el cuerpo de la ardilla. Esta le decía siempre lo mismo, que era al buscar las bellotas. 

Sin embargo, el erizo empezó a entender que él era la causa de sus heridas... Cuanto más se acercaba a ella, más daño le hacían sus púas. Sin embargo no quería alejarse de ella.

Un día, la ardilla estaba gravemente herida, y a penas podía moverse. Cuando el erizo la vio, le preguntó: ¿Por qué sigues a mi lado si te hago tanto daño?

La ardilla sonrió y le dijo: No pasa nada, me pondré bien y podremos jugar de nuevo y recogeré mas bellotas.

Tras unos días, la ardilla se mejoró. Pero el erizo parecía mas distante y distraído.

Cuando se recuperó por completo, se acercó al erizo para acurrucarse junto a el, pero este se apartó.-¿Qué te pasa erizo? -Nada, es que creo que ya no quiero estar a tu lado. Le contestó.

La ardilla se puso triste y empezó a llorar. -¿Por qué me dices eso? Hace unos días me querías... -Es que ya no me gusta jugar contigo... ¡Y tus bellotas no están buenas!

Acto seguido, el erizo se marchó para siempre. Conservando la primera bellota que le regaló la joven ardilla.