viernes, 11 de enero de 2013

Una gota de lluvia.

"Solo soy una gota de lluvia... Pero soy la primera gota de lluvia."

Si... Eso fue lo que escuché aquél día. 

Estaba nublado. Solo tenía seis años. Salí a jugar solo, no tenía amigos... Era un chico raro. Tenía gafas, aparato dental, la piel pálida y era asmático. 

Me alejé de casa. Había un arroyo a un par de kilómetros y me gustaba ir allí a escuchar el agua y a ver alguna que otra rana. Me gustan las ranas. Son pequeñas, verdes, dan saltitos y tienen una cara muy simpática. Hay algo en ellas que me inspira tranquilidad... Creo que son las criaturas mas bellas del planeta.

Pero no quiero desviarme, estoy aquí para contar lo que pasó aquél día de octubre.

Como ya he dicho, salí a jugar solo, y terminé en ese arroyo. El cielo estaba gris, la temperatura no era muy baja. Recuerdo que iba con una fina camiseta de manga larga, pero no tenía frío. Tenía los pies mojados de pasear por la orilla del arroyo.

Lo cierto es que me encantan los días grises, me transmiten mucha paz. Creo que esos días están infravalorados... La gente siempre busca días cálidos, sin nubes, sin lluvia... ¡No saben apreciar la belleza!

Pero de nuevo ando lejos del tema principal...

Mientras caminaba por el río, noté que iba a empezar a llover en breve. El cielo estaba muy gris, más de lo habitual en los días lluviosos de aquél mes de octubre.

Alcé la vista al cielo y me deleité con el secuestro del sol por parte de las nubes. Fue un momento que jamás olvidaré. De pronto, el sol desapareció ante mis ojos. Es como si las nubes lo devorasen. 

Tenía las gafas sucias, y me las quité para limpiarlas con la manga de mi camiseta. No quería perderme nada de aquél bello espectáculo que se mostraba ante mi.

Mientras frotaba las lentes con la manga de la camiseta, escuché un relámpago. En ese momento supe que el espectáculo iba a comenzar. Me puse las gafas a toda prisa. Aún no estaban limpias del todo... Pero no quería perder ni un instante más. Me senté sobre una roca que había en la orilla del arroyo y esperé el gran momento mirando al cielo. Esperé... Esperé durante un buen rato. Parecía que, en contra de lo que normalmente esperaría cualquiera, no empezaría a llover.

Al cabo de unos minutos, me puse en pié algo desilusionado. Miré hacia el cielo y pude apreciar unos débiles rayos de sol. Ya había perdido toda esperanza de que empezase a llover. Sin embargo, y para mi sorpresa. Cuando estaba mirando hacia arriba, una gota de lluvia cayó en mi mejilla. En ese momento sonreí. Pero había más...

Esa gota de lluvia me habló... Se que parece una locura, se que no es posible, que las leyes físicas mantienen que es imposible que algo así pueda suceder... Pero yo se lo que vi, lo que escuché, lo que sentí...

Recuerdo toda la conversación...

Se que me has estado esperando, se que llego tarde, pero aquí estoy, contigo... Gracias por esperarme.

Yo me asusté, no sabía lo que pasaba... 

-¿Eres la gota de lluvia que tengo en la mejilla la que me está hablando?

Si, soy yo. No tengas miedo pequeño.

Aunque parezca increíble, ya no sentí ningún miedo, es como si realmente la conociera de toda la vida.

-¿Por qué puedes hablar? Solo eres una gota de lluvia.

Solo soy una gota de lluvia.... Pero soy la primera gota de lluvia. Siempre he caído en lugares vacíos, en personas que no me esperaban, en mares, en ríos, en altas montañas, en tejados de pobladas ciudades... Y siempre he esperado caer sobre tu mejilla. Ya que eres la única persona que me esperaba de corazón.

-¿Pero... qué quieres de mí? No se que decir... No se que hacer.

No debes preocuparte... Solamente quiero que desees mi llegada siempre... Habrá muchas más gotas de lluvia. Pero no te dirán nada, solo yo... Mi único deseo es volver a encontrarte. Pero no me busques. Te volverías loco intentándolo .. No puedo predecir donde caeré... pero se que siempre volveré a subir. Y estoy segura de que volveré a caer sobre tu mejilla.

Ahora debo marcharme para seguir con el ciclo natural. Pero te prometo que volveré siempre que estés esperándome con la mirada perdida en el cielo.

Acto seguido, con mi dedo indice, cogí a la delicada gota y me acerqué al río. Sumergí mi mano en el agua y la perdí de vista. Ambos sabíamos que volveríamos a encontrarnos...

Pero no ha sido así... Han pasado ya ochenta años... Estoy ingresado en este hospital y conectado a un maquina para respirar...

Ya no me queda mucho tiempo en este mundo. Soy consciente de ello. Y te preguntarás por que te cuento esto... ¿Verdad? Se que no soy mas que un paciente más de este hospital, y que probablemente creas que estoy loco de atar. Pero me gustaría pedirte un favor... ¿Podrías sacarme a fuera para poder respirar un poco de aire puro?

La enfermera asiente y me lleva en una silla de ruedas al patio del hospital. Me cuesta bastante respirar... 

Al mirar al cielo veo que se está nublando muy rápidamente. Es octubre. Sonrío. Me quedo un rato mirando hacia arriba y de nuevo, como hace ochenta años, no llueve. Cuando la enfermera agarra de nuevo los mangos de mi silla de ruedas, se que no voy a volver a sentirla... Pero antes de que vuelva a bajar la mirada, una gota de lluvia me cae en la mejilla. En la misma mejilla que hace ochenta años. Se que es ella.

De nuevo caigo sobre tu mejilla. De nuevo un día de octubre. Siento tanto no haber llegado antes...

Una lagrima de alegría cae por mi mejilla y se junta con ella.

Al fin. Por fin ha llegado la hora en que estaremos juntos para siempre...

Noto una fuerte presión en el pecho, no puedo respirar, se me nubla la vista... Dejo de vivir.


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