lunes, 22 de mayo de 2017

Fuerte por la flecha.

No sé tú, pero yo nunca he sabido dar las gracias en el momento justo. Nunca he encontrado las palabras en ese momento en el que una persona hace algo por ti. Solo dices "gracias" por inercia. Quieres decir más, pero no encuentras la forma, las palabras, ni el propio sentimiento. Solo dices "gracias".

Y no me refiero a cuando el panadero te ofrece el pan en una bolsa, con el cambio, y una sonrisa. No, ese "gracias" no es sincero, es solo una coletilla de la acción de comprar el pan. Es lo que nos han enseñado desde pequeños. Algo que hemos explotado hasta tal punto que ha perdido el sentido absolutamente.

Una palabra totalmente devaluada. Rebajada a ser una simple palabra más. Algo que no aporta a penas valor al verdadero agradecimiento. Pero aún así, hay que dar las gracias.

Este último año de mi vida ha sido un poco ajetreado. He tenido altibajos emocionales en mayor cantidad de lo que uno desea. Pero una persona quiso hacer algo por mi. De manera totalmente desinteresada. Solo por el placer de ayudarme.

Yo no creía en esa persona. Al principio. Era incapaz de imaginar que alguien, sin ninguna razón aparente, quisiera ayudarme. Alguien a quien no conocía de nada. Alguien que me tendió su mano en el momento que más lo necesitaba. Y que no se rindió por mucho que pusiera en duda sus capacidades.

Esa persona me hizo ver las cosas de forma diferente. Me hizo pensar diferente. Me sacó de mi zona de confort y me puso delante de la cara mis peores miedos. Me hizo ver que todo depende del punto de vista con el que afrontas las cosas. Comprendí que una tragedia, aunque sea inolvidable, es superable. Y que la voluntad lo es todo.

Me motivó, inconscientemente, a volver a escribir. Una de las cosas que más me ha gustado siempre, y que dejé por idiota. Por encerrar a mi mente, dentro de mi mente.

Entendí el valor de respirar, por muy idiota que parezca. Aprendí a relajarme en un entorno hostil. A tomar decisiones sin dejarme llevar por los prejuicios, ni las falsas apariencias que yo mismo generaba sobre los demás.

Nunca me pidió confianza. No hizo falta. Creo que si me hubiese pedido que confiase, jamás lo hubiese hecho. Ese, quizás, es el punto más positivo que saqué de todo eso. Saber que hay personas en las que se puede confiar, sin que te lo pidan, sin que aparenten ser alguien cercano a ti para ello.

Consiguió llegar hasta el fondo sin pedirlo. Y en ningún momento tuve miedo de dejar que mirase ahí dentro.

Realmente si que le dije "gracias" pero no fue eso lo que quería decir. No era nada esa palabra para mi, en ese momento.

Lo gracioso fue, que dijo que el mérito era mío... En eso se equivocaba. No digo que no tenga razón, en parte, pues fui yo, al fin y al cabo, quién decidió superar cada prueba. Pero yo no podría haber salido de ese pozo negro sin una mano amiga que tirase de mí.

Esto es lo que quería haber dicho en ese momento. Esto es lo que digo ahora: Gracias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario