miércoles, 30 de enero de 2013

(+18) Algo más.

Todo empezó como un juego... Una inocente y típica broma de jóvenes con mas alcohol que sangre en las venas. Nadie imaginaba que pudiese trascender en algo más.

Me llamo Irene, soy estudiante en la universidad. Estudio finanzas. No es algo que realmente me guste, pero tampoco me parece demasiado desagradable.

Mis compañeros y yo hemos estado planeando salir este viernes para tomarnos unas cervezas y bailar en algún sitio. Lo cierto es que me apetece despejarme un poco. Últimamente estoy muy saturada por los estudios. Necesito una fiesta pronto.

En total creo que seremos cinco. Juan, Miguel, Carlos, Carlota y yo. 

Carlota es mi compañera en clase. La conozco desde el inicio del curso solamente, pero se ha convertido en una muy buena amiga. Cuando tengo algún problema ella siempre está ahí para darme ánimos. Ni que decir tiene, que yo hago lo mismo cuando la veo a ella mal.

A veces nos quedamos hasta las tantas de la noche charlando por WhatsApp. Lo cierto es que es una chica bastante importante para mí.

Y bueno, los chicos que vienen me caen bastante bien. Son muy majos, aunque sospecho que alguno tiene un interés demasiado alto en nosotras dos. Pero ahora no estoy para tener nada con nadie. Hace poco terminé una relación de mucho tiempo y aún no me veo preparada para volver a acercarme a otra persona.

Pero bueno, ahora solo quiero pensar en la juerga de este viernes. La necesito, necesito quitarme la presión de los exámenes de encima.

Por eso estoy con Carlota de compras. Quiero comprarme algún modelito para este fin de semana. 

Hemos estado en varias tiendas probándonos ropa. Yo siempre iba en busca de pantalones ajustados y de faldas insinuantes, mientras que ella iba en busca de ropa un poco mas recatada. Yo siempre le digo que se compre ropa mas atrevida. Tiene un cuerpo muy bonito... Lo cierto es que tiene un buen culo y no lo aprovecha nada. No suelo fijarme demasiado en el cuerpo de otra mujer, pero ella está, como diría cualquier tío, bastante buena.

mientras nos probábamos ropa compartíamos el probador. Total, no había una razón para ir a probadores separados. Íbamos juntas y comprábamos a la par.

Cuando entrabamos a un probador y nos quedábamos en ropa interior, podía apreciar lo dicho anteriormente. Tiene un culo muy bonito. Y lleva unas pequeñas braguitas con lineas horizontales que le quedan muy bien. A parte, tiene los pechos casi perfectos. Tiene una talla parecida a la mía, una noventa. Cosa que me encanta en una mujer. No me gusta nada ver a una mujer con el pecho muy grande. Creo que los tiene muy bien.

Al final nos gastamos mas de lo que queríamos pero no vamos a devolver nada. Un día es un día.

Vamos a tomar café a una cafetería del centro de Málaga y nos ponemos a charlar. Charlamos sobre los exámenes  sobre ex-novios, sobre programas de televisión... Se nos pasa el tiempo casi volando. Antes de darnos cuenta son las diez y media de la noche del miércoles. Decidimos irnos a casa. Compartimos el bus ya que vivimos cerca. 

Al llegar a nuestra parada nos despedimos. Pero cuando vamos a darnos dos besos, un torpe movimiento de cabeza nos hace rozar nuestros labios por un segundo. Un fallo bastante común por otra parte. Ambas reímos por lo que acaba de suceder. Parecemos crías de cinco años que cogen de la mano a un chico por primera vez. Tras unos segundos de vergüenza, que por otro lado no teníamos por que tener, nos despedimos hasta mañana.

El jueves es un día bastante ajetreado. Hemos tenido cuatro exámenes bastante importantes y aún nos queda otro más el viernes. Pero al menos el fin de semana está muy cerca. 

Los chicos nos proponen ir a tomarnos una cervecita esta tarde, pero yo estoy algo cansada, por lo que digo que no. Prefiero quedarme en casa leyendo algún libro, viendo alguna película o estudiando.

Carlota opina igual. Así que ninguna de las dos va. Decidimos quedar nosotras dos en mi piso para tomarnos un café y luego estudiar un poco.

Y así es, son las ocho de la tarde y seguimos estudiando. Aunque lo cierto es que ya vamos muy sobradas a ese examen. 

El tiempo se nos echa un poco encima y de repente son las nueve y media... A esa hora dice de irse. Aunque yo le insisto en que se quede a cenar y a dormir, total, mañana entramos dos horas después  Le da tiempo de ir a casa a cambiarse de ropa.

Tras un rato rogándole, acepta acompañarme en la cena. Nos calentamos unas pizzas que tenía en el congelador. Mientras están en el horno le digo que vaya a mi habitación y coja algo de ropa cómoda 

Tras un par de minutos aparece ante mi con unos pantalones cortos y una camiseta blanca que le queda un poco grande. Está adorable. Sacamos las pizzas del horno y cenamos viendo la tele.

A las once y media aproximadamente decidimos acostarnos. Le digo que puede dormir donde quiera, en el sofá-cama o en el cuarto que tengo libre. Prefiere el sofá. 

Al despertarme voy al salón y veo que ella sigue dormida. La luz de la mañana entra por la ventana principal y atraviesa las finas cortinas iluminando el sofá donde Carlota duerme plácidamente  Lo cierto es que es una imagen bastante bonita. Me acerco a despertarla. Suavemente le acaricio un hombro mientras susurro su nombre. Antes de que me de cuenta ella agarra mi mano y la "abraza" durante unos segundos. Puedo notar sus pechos a través de la camiseta que lleva puesta... Me pongo bastante nerviosa de repente.

Ella sigue dormida. Me agacho y pongo mis labios a la altura de su oreja para susurrar su nombre de nuevo. Pero agarra mi mano con mas fuerza aún. Estoy muy sonrojada. Y Carlota no consigue despertar. En realidad tengo una movilidad muy limitada. No quiero ser brusca con ella y vuelvo a susurrar su nombre cerca de su oreja. La única respuesta que obtengo es un suave gemido mientras se gira hacia mí poniendo de nuevo, sus labios peligrosamente cerca de los míos  A los pocos segundos abre los ojos y me ve allí, agachada frente a ella, casi rozando nuestros labios, y mi mano izquierda sobre su pecho.

Se incorpora rápidamente y me pide disculpas. De nuevo sonreímos como niñas pequeñas. Tras explicarle el malentendido ambas reímos a carcajada limpia. Pero noto algo distinto en sus ojos...

Ya es viernes, al fin es viernes. Hoy, tras el último examen de la semana disfrutaré como una enana.

En clase, Carlota y yo nos sentamos juntas. Hoy he podido apreciar que me mira bastante. Y que cuando yo miro hacia su sitio ella esquiva mi mirada. Es muy raro, nunca nos había pasado. Supongo que es por lo de esta mañana... Espero que no se haya molestado.

Tras las clases decidimos ir a comer en grupo. Hay que festejar que los exámenes nos han salido medianamente bien. Y no hay nada mejor que una buena comida y una cerveza fresquita.

De nuevo, el tiempo pasa más rápido de lo que debiera. Y sin quererlo ya es prácticamente la hora de irnos a duchar y a arreglarnos para esta noche.

Son las nueve y cuarto y ya estoy lista. Cojo el móvil y llamo a Carlota para ir juntas hasta la casa de uno de los chicos, ya que vamos los tres en su coche. 

Llamo al portal de Carlota y la espero abajo. Mientras espero me retoco mirándome en el reflejo del cristal de la puerta. De repente veo a través del cristal a Carlota. Va muy explosiva. Al final me hizo caso y se ha puesto el pantalón que le dije y una camisa con transparencias. Está especialmente guapa esta noche. Al verla se lo digo. Ella sonríe tímidamente. Acto seguido salimos hacia la casa de este chico. Tardamos al rededor de diez minutos en llegar.

Montamos en el coche y salimos. Al llegar al centro decidimos ir a cenar a algún sitio mientras nos tomamos unas cervezas. Por suerte hay un sitio en el que con cada cerveza te ponen una tapa. Carlota y yo bebemos al mismo ritmo. Y lo cierto es que somos mas rápidas que esas nenazas. Nos hemos bebido siete cañas cada una mientras que ellos van por la cuarta aún.

Después de eso vamos a bailar. A Carlota le encanta el vodka negro. Pedimos exactamente lo mismo. Los chicos nos invitan a unos chupitos de tequila que con gusto aceptamos. Mientras teníamos los chupitos en la mano. Uno de los chicos empezó a vitorear nuestros nombres y a decir repetidamente "¡que se besen!". Nosotras reíamos, pero los demás repetían lo mismo. No podíamos parar de reír  Pero en un segundo, nuestras miradas se cruzaron y decidimos besarnos. Fue un beso bastante simple, un pico. Nada más. Los chicos quedaron desilusionados. Pero nosotras no parábamos de sonreír. A los pocos minutos me entraron ganas de ir al baño y pedí a Carlota que me acompañase. 

Una vez salí del baño fui al lavabo a lavarme las manos. Mientras me las lavaba veía a Carlota apoyada en la pared frente al espejo. No paraba de sonreír. -¿Sabes? Tienes unos labios muy dulces Irene. Tras oír eso me sonrojé. -Tu también, mucho mejores que los de cualquier chico. La vi acercarse a mí. Se puso a mi lado y empezó a enjuagarse las manos ella también. Tras un momento de silencio la miré a los ojos y vi algo en ellos. Ahora mismo no se explicar que fue. Pero me acerqué a ella lentamente y la besé de nuevo. Esta vez con mas pasión que antes. No podía parar. Me excitaba sobremanera sentir sus labios, su húmeda lengua... Ella se acercaba más a mi. Podía sentir sus pechos junto a los míos. Me agarró de las muñecas con las manos hacia arriba y me empujó contra la pared. Parecíamos estar poseídas. Pero no podíamos parar. Yo estaba mas excitada que nunca. Nuestras piernas se cruzaban mientras seguíamos besándonos. De pronto me soltó las manos y me agarró por la cintura. Yo hice lo mismo y apreté con ganas ese culo tan perfecto mientras la empujaba contra mí. 

Tras unos intensos minutos recuperamos el control de nuestros cuerpos... Me miró a los ojos y no tuvo que decir nada más. Salimos del baño y le dijimos a los chicos que nos íbamos a casa porque nos encontrábamos mal. Ellos insistían en que nos quedásemos, pero no lo hicimos. Salimos de aquél local y llamamos a un taxi. Íbamos sentadas detrás, muy juntas. Ella acariciaba mi muslo. Cosa que me ponía terriblemente cachonda. Yo no veía el momento de llegar a casa y volver a sentir su lengua dentro de mi boca.

A los pocos minutos llegamos a mi casa y subimos corriendo. Al entrar por la puerta me agarró de nuevo, esta vez con más ganas que la anterior. Me tiró contra el sofá y se subió encima de mí. No paraba de besarme, de acariciarme... Y yo cada vez me sentía mas excitada. De nuevo agarré con ganas ese hermoso culo y la pegué contra mí. Subí mis manos y decidí acariciarle el pecho. Le arranqué la camisa, cosa que le encantó... Lo noté en la mirada que me dedicó. Me incorporé y le di la vuelta a la situación  La tumbé y me puse sobre ella. Empecé a besarle el cuello, me detuve en sus pechos y les dediqué un buen rato. Ella gemía de placer mientras mi lengua danzaba con sus duros y pequeños pezones. Al llegar a su cintura me detuvo.
-Déjame a mi... Me dijo. Acto seguido se desabrochó el pantalón y muy despacio, se lo quitó. Tiene un cuerpo espectacular. Me encanta la ropa interior que usa.

Antes de que pudiese continuar volvió a tomar el control y se tumbó encima de mí. Nuestras piernas se cruzaban... Con su muslo rozaba mi entrepierna de vez en cuando... Me encantaba. No paraba de besarme, de acariciarme los pechos. Y su muslo volvía a rozarme justo en el sitio que debía hacerlo. Fue bajando desde mi boca hasta mi pecho, quería devolverme el favor y lo cierto es que lo hacía jodidamente bien. Me puse muy cachonda cuando sentí su lengua en mis pezones. A veces los mordía suavemente haciéndome gemir de puro placer. Siguió bajando hasta llegar a mi cintura... Yo no la detuve en ningún momento. Me quitó la falda, y me bajó las braguitas muy despacio. Ese momento nunca lo olvidaré. Fue tremendamente excitante. 

Una vez que yo estaba desnuda empezó a lamer mi pierna desde el tobillo hasta el interior de mi muslo. Yo no podía controlar mas mi cuerpo. Solo me dejaba llevar... Cada vez la notaba mas cerca. Hasta que de repente noté su húmeda lengua entre mis piernas. En ese momento estallé. Nunca me había planteado ser bisexual, nunca me había sentido atraída por una mujer... Pero Carlota... Ella sabe lo que me gusta y donde me gusta. Jamás me habían practicado el sexo oral de esta forma. Es, sin duda alguna, la mejor experiencia que he tenido jamás.

No se cansa, ella sigue lamiendo y jugueteando con sus curiosos dedos y yo no voy a detenerla. Me siento mejor que bien. Cada vez estoy mas excitada. Le agarro la cabeza y la miro. Observo que ella levanta la mirada y me dedica un pícaro guiño. Acelera el ritmo de su lengua y consigue que tenga el mejor orgasmo de mi vida. No puedo parar de gemir mientras lo tengo y eso a ella parece excitarla más aún, por lo que no se detiene. Finalmente, tras dos orgasmos seguidos le digo que pare. Ahora es su turno.

La vuelvo a tumbar en el sofá y le bajo las braguitas con mucha delicadeza. No se si estaré a la altura, pero lo haré lo mejor que pueda.

Empiezo a besarla de nuevo mientras mi mano juguetea con su entrepierna. Ella está muy mojada, cosa que me excita muchísimo. Decido bajar de nuevo, despacio... Parándome de nuevo en su pecho, lamiendo hasta el último rincón de su cuerpo. Hasta que finalmente llego a donde quiero llegar. Empiezo a lamerlo despacio, noto como se le eriza la piel cada vez que mi húmeda lengua roza su clítoris. Es algo afrodisíaco  no puedo parar de hacerlo. Acelero el ritmo y consigo que se excite más aún. Noto que lleva sus manos a mi cabeza y me aprieta con fuerza contra su húmeda zona. Sigo, sigo hasta que finalmente consigo mi propósito  Puedo notar unos pequeños espasmos en sus piernas. Me parece terriblemente mona en ese momento. Por lo que decido continuar. Yo también quiero hacerla llegar al orgasmo dos veces. Tras un rato consigo hacerlo.

Ella aparta mi cabeza mientras me mira fijamente. En sus ojos veo algo que siempre he querido ver en una persona... Felicidad. 

Subo y la beso de nuevo. Nos dedicamos a darnos un largo y romántico beso durante bastante tiempo. Finalmente, la abrazo y nos dormimos en esa postura. Con nuestros cuerpos totalmente desnudos y entrelazados. Tapadas únicamente por una fina sabana. 

A la mañana siguiente, en cuanto abro los ojos observo que ella sigue dormida. La miro y me inspira tranquilidad, alegría, paz... A los pocos segundos abre los ojos y me mira. Parece avergonzada, agacha la mirada. Le digo que me mire, que no se avergüence. -Carlota, vamos... ¿Qué ocurre? -No... No se, me siento rara... Creo que ayer bebimos más de la cuenta...

Me acerco un poco más a ella y le beso la frente. -Vamos, te he visto mucho mas borracha que anoche y aún sabías lo que decías y hacías. No me vengas con excusas tan baratas.

Levanta la mirada y sonríe ligeramente. -Perdóname Irene... Es que creo que no deberíamos haberlo hecho. Somos amigas, te quiero, te adoro... Y no quiero que nada estropee eso.

En ese momento la miro a los ojos y la beso. -No te preocupes por nada, yo tampoco quiero que nada se estropee entre nosotras. Y no va a estropearse. Para mí esta noche ha sido maravillosa, y a riesgo de pecar de prepotente, diré que para ti ha sido esplendida también. ¿O me equivoco?

Se sonroja de nuevo. -No, no te equivocas, has sido maravillosa conmigo y he sentido más de lo que he sentido nunca. Pero...

Antes de que termine la frase vuelvo a besarla. Esta vez durante mas tiempo, ella parece encantada. Nos fundimos en un apasionado beso. Se sube sobre mí y me susurra al oido: -Prométeme que jamás dejaremos de ser amigas Irene. -No te preocupes... Ya somos algo más...



viernes, 11 de enero de 2013

Una gota de lluvia.

"Solo soy una gota de lluvia... Pero soy la primera gota de lluvia."

Si... Eso fue lo que escuché aquél día. 

Estaba nublado. Solo tenía seis años. Salí a jugar solo, no tenía amigos... Era un chico raro. Tenía gafas, aparato dental, la piel pálida y era asmático. 

Me alejé de casa. Había un arroyo a un par de kilómetros y me gustaba ir allí a escuchar el agua y a ver alguna que otra rana. Me gustan las ranas. Son pequeñas, verdes, dan saltitos y tienen una cara muy simpática. Hay algo en ellas que me inspira tranquilidad... Creo que son las criaturas mas bellas del planeta.

Pero no quiero desviarme, estoy aquí para contar lo que pasó aquél día de octubre.

Como ya he dicho, salí a jugar solo, y terminé en ese arroyo. El cielo estaba gris, la temperatura no era muy baja. Recuerdo que iba con una fina camiseta de manga larga, pero no tenía frío. Tenía los pies mojados de pasear por la orilla del arroyo.

Lo cierto es que me encantan los días grises, me transmiten mucha paz. Creo que esos días están infravalorados... La gente siempre busca días cálidos, sin nubes, sin lluvia... ¡No saben apreciar la belleza!

Pero de nuevo ando lejos del tema principal...

Mientras caminaba por el río, noté que iba a empezar a llover en breve. El cielo estaba muy gris, más de lo habitual en los días lluviosos de aquél mes de octubre.

Alcé la vista al cielo y me deleité con el secuestro del sol por parte de las nubes. Fue un momento que jamás olvidaré. De pronto, el sol desapareció ante mis ojos. Es como si las nubes lo devorasen. 

Tenía las gafas sucias, y me las quité para limpiarlas con la manga de mi camiseta. No quería perderme nada de aquél bello espectáculo que se mostraba ante mi.

Mientras frotaba las lentes con la manga de la camiseta, escuché un relámpago. En ese momento supe que el espectáculo iba a comenzar. Me puse las gafas a toda prisa. Aún no estaban limpias del todo... Pero no quería perder ni un instante más. Me senté sobre una roca que había en la orilla del arroyo y esperé el gran momento mirando al cielo. Esperé... Esperé durante un buen rato. Parecía que, en contra de lo que normalmente esperaría cualquiera, no empezaría a llover.

Al cabo de unos minutos, me puse en pié algo desilusionado. Miré hacia el cielo y pude apreciar unos débiles rayos de sol. Ya había perdido toda esperanza de que empezase a llover. Sin embargo, y para mi sorpresa. Cuando estaba mirando hacia arriba, una gota de lluvia cayó en mi mejilla. En ese momento sonreí. Pero había más...

Esa gota de lluvia me habló... Se que parece una locura, se que no es posible, que las leyes físicas mantienen que es imposible que algo así pueda suceder... Pero yo se lo que vi, lo que escuché, lo que sentí...

Recuerdo toda la conversación...

Se que me has estado esperando, se que llego tarde, pero aquí estoy, contigo... Gracias por esperarme.

Yo me asusté, no sabía lo que pasaba... 

-¿Eres la gota de lluvia que tengo en la mejilla la que me está hablando?

Si, soy yo. No tengas miedo pequeño.

Aunque parezca increíble, ya no sentí ningún miedo, es como si realmente la conociera de toda la vida.

-¿Por qué puedes hablar? Solo eres una gota de lluvia.

Solo soy una gota de lluvia.... Pero soy la primera gota de lluvia. Siempre he caído en lugares vacíos, en personas que no me esperaban, en mares, en ríos, en altas montañas, en tejados de pobladas ciudades... Y siempre he esperado caer sobre tu mejilla. Ya que eres la única persona que me esperaba de corazón.

-¿Pero... qué quieres de mí? No se que decir... No se que hacer.

No debes preocuparte... Solamente quiero que desees mi llegada siempre... Habrá muchas más gotas de lluvia. Pero no te dirán nada, solo yo... Mi único deseo es volver a encontrarte. Pero no me busques. Te volverías loco intentándolo .. No puedo predecir donde caeré... pero se que siempre volveré a subir. Y estoy segura de que volveré a caer sobre tu mejilla.

Ahora debo marcharme para seguir con el ciclo natural. Pero te prometo que volveré siempre que estés esperándome con la mirada perdida en el cielo.

Acto seguido, con mi dedo indice, cogí a la delicada gota y me acerqué al río. Sumergí mi mano en el agua y la perdí de vista. Ambos sabíamos que volveríamos a encontrarnos...

Pero no ha sido así... Han pasado ya ochenta años... Estoy ingresado en este hospital y conectado a un maquina para respirar...

Ya no me queda mucho tiempo en este mundo. Soy consciente de ello. Y te preguntarás por que te cuento esto... ¿Verdad? Se que no soy mas que un paciente más de este hospital, y que probablemente creas que estoy loco de atar. Pero me gustaría pedirte un favor... ¿Podrías sacarme a fuera para poder respirar un poco de aire puro?

La enfermera asiente y me lleva en una silla de ruedas al patio del hospital. Me cuesta bastante respirar... 

Al mirar al cielo veo que se está nublando muy rápidamente. Es octubre. Sonrío. Me quedo un rato mirando hacia arriba y de nuevo, como hace ochenta años, no llueve. Cuando la enfermera agarra de nuevo los mangos de mi silla de ruedas, se que no voy a volver a sentirla... Pero antes de que vuelva a bajar la mirada, una gota de lluvia me cae en la mejilla. En la misma mejilla que hace ochenta años. Se que es ella.

De nuevo caigo sobre tu mejilla. De nuevo un día de octubre. Siento tanto no haber llegado antes...

Una lagrima de alegría cae por mi mejilla y se junta con ella.

Al fin. Por fin ha llegado la hora en que estaremos juntos para siempre...

Noto una fuerte presión en el pecho, no puedo respirar, se me nubla la vista... Dejo de vivir.


miércoles, 2 de enero de 2013

Una de detectives.

"Salta, salta, pequeña ranita. En la orilla del río, con agua fresquita"

Esas eran las únicas palabras de aquel paciente. -¿Cómo se llamaba? -Edward Hans.

Solo repetía esa canción infantil. Rebuscamos en, prácticamente, todos los archivos y no encontramos nada con respecto a esa canción. Le medicábamos, le drogábamos para que dejase de cantarla e intentase decir otra cosa, pero nada funcionó. Lo que realmente nos llamó la atención es que el si nos entendía.

Era muy hábil tallando figuras en madera. Era el paciente más vigilado. Pero no daba ningún tipo de problema. Estaba casado, sin hijos. Su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que se volviese loco. -¿Por qué lo llama loco, Doctor? -¿Perdone? -Hasta ahora solo me ha dicho que cantaba únicamente una canción infantil de la que no tienen referencias, que era hábil tallando madera, y que su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que ingresara en su centro. -Bueno, yo... Nuestros pacientes están... -Encerrados contra su voluntad... Quizás sea eso lo que intenta decir, Doctor. -¡No consiento que me hable en ese tono, Detective! Usted está aquí para averiguar el paradero de Edward Hans. Así que limítese a preguntar cosas relevantes.

Tras un instante de silencio, miré mi libreta y seguí apuntando datos del paciente: Edward Hans.

El paciente desapareció hace cuatro días. Nadie lo vio salir, nadie vio a gente desconocida acercarse a su habitación, y por supuesto, las cámaras de seguridad no han registrado nada extraño. Simplemente desapareció. -Pero usted sabe, al igual que yo, que es imposible que alguien escape de este centro, ¿Verdad? -Claro que lo se, por eso estoy tan molesto con el asunto. Ese paciente es muy especial... -Ya lo se, me he informado, su mujer les paga una interesante cantidad de dinero por mantenerlo aquí. Además su nombre es una publicidad muy valiosa para este centro. ¿Me equivoco? -De nuevo está usted tomando el camino erróneo en esta conversación, Detective Nox. -Creo que ya tengo todo lo necesario para empezar la búsqueda, Doctor. Gracias por su colaboración. -Espere, antes de irse debo enseñarle una cosa... La colección de figuras talladas que tenía el paciente.

El Doctor arrastró una caja de madera hasta donde estábamos sentados. Al abrirla pude apreciar una cantidad enorme de pequeñas figuras.

Son todo ranas... ¿Qué debo ver?  -No todas... Fíjese en esta. Es la última figura que talló antes de desaparecer. -¿Es una llave? -Si... Es una llave, pero lo llamativo es la inscripción que hay grabada...


"El sordo siempre piensa que los que bailan están locos."

Cogí la figura y esbocé una sonrisa. El Doctor me dedicó esa mirada que se le dedica a la gente que te cae mal. Terminé el cigarro que tenía en la mano y antes de expulsar el humo le dije: -No se preocupe, Edward Hans está bien... Y seguro que como Doctor, no hay nada más gratificante que saber que uno de sus pacientes no necesitará mas su ayuda. Tiré la colilla al suelo y salí de aquel sitio. Edward Hans estaba muerto, siempre lo estuvo. Ese nombre era falso, al igual que su esposa y su patrimonio. El verdadero nombre de ese paciente es Hans Darrell. Y esa llave, con esa inscripción es su sello, su marca, su identidad... 

Al final, ambos tendremos la muerte que deseamos... Solo queda saber, quien moverá primero.


El dilema del erizo.

El pequeño erizo jugaba tranquilo y solitario con una pequeña piedra cuando, de repente, una ardilla se le acercó. -¿Me dejarías jugar contigo, pequeño erizo?  

El erizo estaba asustado, nunca había jugado con nadie, y no sabía si era seguro. Pero aceptó.

El erizo y la ardilla jugaron durante todo el día. Al marcharse, la joven ardilla le dio una bellota al erizo y le dijo: -Oye, voy a regalarte esta bellota. Se que no es mucho, pero para mi es muy especial, ya que es mi comida favorita. Me lo he pasado muy bien contigo erizo, espero que mañana podamos jugar de nuevo.

El erizo estaba contento, tenía una nueva amiga y le habían regalado una bellota. El erizo dudaba entre comérsela o no. Finalmente decidió guardarla.

Al día siguiente, la ardilla volvió, y de nuevo jugaron durante horas. El erizo era feliz cuando la ardilla estaba cerca. Y la ardilla parecía muy contenta también.

Pasaron meses y meses. El erizo cada vez estaba mas unido a la ardilla. Y cada segundo que pasaba lejos de ella, era una eternidad.

Un día, el pequeño erizo le dijo a la ardilla que la quería, que quería que siempre estuviese a su lado, ya que era cuando más feliz estaba. La ardilla sonrió, se acercó a el, y le dio un tierno beso. En ese momento el erizo entendió que la ardilla sentía lo mismo.

El erizo llevó a la ardilla a su madriguera y pasaron la noche juntos. El erizo se durmió acurrucado junto a la ardilla. Al despertar, vio que ella no estaba. Se preocupó. Pero segundos mas tarde, la ardilla apareció con varias bellotas para comer. El erizo observó que la ardilla estaba herida. Y le preguntó que le había pasado. Esta le dijo que se golpeó con una rama al buscar las bellotas.

Pasaron unos días y el erizo seguía viendo heridas en el cuerpo de la ardilla. Esta le decía siempre lo mismo, que era al buscar las bellotas. 

Sin embargo, el erizo empezó a entender que él era la causa de sus heridas... Cuanto más se acercaba a ella, más daño le hacían sus púas. Sin embargo no quería alejarse de ella.

Un día, la ardilla estaba gravemente herida, y a penas podía moverse. Cuando el erizo la vio, le preguntó: ¿Por qué sigues a mi lado si te hago tanto daño?

La ardilla sonrió y le dijo: No pasa nada, me pondré bien y podremos jugar de nuevo y recogeré mas bellotas.

Tras unos días, la ardilla se mejoró. Pero el erizo parecía mas distante y distraído.

Cuando se recuperó por completo, se acercó al erizo para acurrucarse junto a el, pero este se apartó.-¿Qué te pasa erizo? -Nada, es que creo que ya no quiero estar a tu lado. Le contestó.

La ardilla se puso triste y empezó a llorar. -¿Por qué me dices eso? Hace unos días me querías... -Es que ya no me gusta jugar contigo... ¡Y tus bellotas no están buenas!

Acto seguido, el erizo se marchó para siempre. Conservando la primera bellota que le regaló la joven ardilla.