miércoles, 2 de enero de 2013

El dilema del erizo.

El pequeño erizo jugaba tranquilo y solitario con una pequeña piedra cuando, de repente, una ardilla se le acercó. -¿Me dejarías jugar contigo, pequeño erizo?  

El erizo estaba asustado, nunca había jugado con nadie, y no sabía si era seguro. Pero aceptó.

El erizo y la ardilla jugaron durante todo el día. Al marcharse, la joven ardilla le dio una bellota al erizo y le dijo: -Oye, voy a regalarte esta bellota. Se que no es mucho, pero para mi es muy especial, ya que es mi comida favorita. Me lo he pasado muy bien contigo erizo, espero que mañana podamos jugar de nuevo.

El erizo estaba contento, tenía una nueva amiga y le habían regalado una bellota. El erizo dudaba entre comérsela o no. Finalmente decidió guardarla.

Al día siguiente, la ardilla volvió, y de nuevo jugaron durante horas. El erizo era feliz cuando la ardilla estaba cerca. Y la ardilla parecía muy contenta también.

Pasaron meses y meses. El erizo cada vez estaba mas unido a la ardilla. Y cada segundo que pasaba lejos de ella, era una eternidad.

Un día, el pequeño erizo le dijo a la ardilla que la quería, que quería que siempre estuviese a su lado, ya que era cuando más feliz estaba. La ardilla sonrió, se acercó a el, y le dio un tierno beso. En ese momento el erizo entendió que la ardilla sentía lo mismo.

El erizo llevó a la ardilla a su madriguera y pasaron la noche juntos. El erizo se durmió acurrucado junto a la ardilla. Al despertar, vio que ella no estaba. Se preocupó. Pero segundos mas tarde, la ardilla apareció con varias bellotas para comer. El erizo observó que la ardilla estaba herida. Y le preguntó que le había pasado. Esta le dijo que se golpeó con una rama al buscar las bellotas.

Pasaron unos días y el erizo seguía viendo heridas en el cuerpo de la ardilla. Esta le decía siempre lo mismo, que era al buscar las bellotas. 

Sin embargo, el erizo empezó a entender que él era la causa de sus heridas... Cuanto más se acercaba a ella, más daño le hacían sus púas. Sin embargo no quería alejarse de ella.

Un día, la ardilla estaba gravemente herida, y a penas podía moverse. Cuando el erizo la vio, le preguntó: ¿Por qué sigues a mi lado si te hago tanto daño?

La ardilla sonrió y le dijo: No pasa nada, me pondré bien y podremos jugar de nuevo y recogeré mas bellotas.

Tras unos días, la ardilla se mejoró. Pero el erizo parecía mas distante y distraído.

Cuando se recuperó por completo, se acercó al erizo para acurrucarse junto a el, pero este se apartó.-¿Qué te pasa erizo? -Nada, es que creo que ya no quiero estar a tu lado. Le contestó.

La ardilla se puso triste y empezó a llorar. -¿Por qué me dices eso? Hace unos días me querías... -Es que ya no me gusta jugar contigo... ¡Y tus bellotas no están buenas!

Acto seguido, el erizo se marchó para siempre. Conservando la primera bellota que le regaló la joven ardilla.

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