miércoles, 2 de enero de 2013

Una de detectives.

"Salta, salta, pequeña ranita. En la orilla del río, con agua fresquita"

Esas eran las únicas palabras de aquel paciente. -¿Cómo se llamaba? -Edward Hans.

Solo repetía esa canción infantil. Rebuscamos en, prácticamente, todos los archivos y no encontramos nada con respecto a esa canción. Le medicábamos, le drogábamos para que dejase de cantarla e intentase decir otra cosa, pero nada funcionó. Lo que realmente nos llamó la atención es que el si nos entendía.

Era muy hábil tallando figuras en madera. Era el paciente más vigilado. Pero no daba ningún tipo de problema. Estaba casado, sin hijos. Su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que se volviese loco. -¿Por qué lo llama loco, Doctor? -¿Perdone? -Hasta ahora solo me ha dicho que cantaba únicamente una canción infantil de la que no tienen referencias, que era hábil tallando madera, y que su mujer pidió el divorcio tres meses antes de que ingresara en su centro. -Bueno, yo... Nuestros pacientes están... -Encerrados contra su voluntad... Quizás sea eso lo que intenta decir, Doctor. -¡No consiento que me hable en ese tono, Detective! Usted está aquí para averiguar el paradero de Edward Hans. Así que limítese a preguntar cosas relevantes.

Tras un instante de silencio, miré mi libreta y seguí apuntando datos del paciente: Edward Hans.

El paciente desapareció hace cuatro días. Nadie lo vio salir, nadie vio a gente desconocida acercarse a su habitación, y por supuesto, las cámaras de seguridad no han registrado nada extraño. Simplemente desapareció. -Pero usted sabe, al igual que yo, que es imposible que alguien escape de este centro, ¿Verdad? -Claro que lo se, por eso estoy tan molesto con el asunto. Ese paciente es muy especial... -Ya lo se, me he informado, su mujer les paga una interesante cantidad de dinero por mantenerlo aquí. Además su nombre es una publicidad muy valiosa para este centro. ¿Me equivoco? -De nuevo está usted tomando el camino erróneo en esta conversación, Detective Nox. -Creo que ya tengo todo lo necesario para empezar la búsqueda, Doctor. Gracias por su colaboración. -Espere, antes de irse debo enseñarle una cosa... La colección de figuras talladas que tenía el paciente.

El Doctor arrastró una caja de madera hasta donde estábamos sentados. Al abrirla pude apreciar una cantidad enorme de pequeñas figuras.

Son todo ranas... ¿Qué debo ver?  -No todas... Fíjese en esta. Es la última figura que talló antes de desaparecer. -¿Es una llave? -Si... Es una llave, pero lo llamativo es la inscripción que hay grabada...


"El sordo siempre piensa que los que bailan están locos."

Cogí la figura y esbocé una sonrisa. El Doctor me dedicó esa mirada que se le dedica a la gente que te cae mal. Terminé el cigarro que tenía en la mano y antes de expulsar el humo le dije: -No se preocupe, Edward Hans está bien... Y seguro que como Doctor, no hay nada más gratificante que saber que uno de sus pacientes no necesitará mas su ayuda. Tiré la colilla al suelo y salí de aquel sitio. Edward Hans estaba muerto, siempre lo estuvo. Ese nombre era falso, al igual que su esposa y su patrimonio. El verdadero nombre de ese paciente es Hans Darrell. Y esa llave, con esa inscripción es su sello, su marca, su identidad... 

Al final, ambos tendremos la muerte que deseamos... Solo queda saber, quien moverá primero.


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