sábado, 15 de abril de 2017

1 — El peor mago: Menos da una piedra.

Merlín, Houdini, o hasta el mismísimo Harry Potter. Todos ellos tienen algo en común... La gente los recuerda. La gente recuerda a grandes magos cuando piensan en esos nombres. ¿Sabes lo que piensan cuando oyen el nombre de Arcadio Malasuerte? Bueno, lo primero que piensan es: ¡Joder, vaya puta mierda de nombre! Y después: Es el peor mago del mundo.

Esa es mi cruz. Soy el peor mago del mundo. A mis antepasados tampoco es que les fuera muy bien. A todos los Malasuerte nos ha ido bastante mal en general con nuestras aficiones y trabajos. Mi padre era cirujano, y un día se incendió el hospital y casi muere allí. Le tuvieron que amputar el brazo derecho. Su padre era panadero. Y un día la panadería se incendió y casi muere allí. Tuvieron que amputarle la pierna derecha. El padre de mi abuelo era bombero y bueno... Un día apagando un incendio... Salvó a un hombre rico que le regaló un barco. Le encantaba pescar, así que se fue de pesca y cayó por la borda. Murió ahogado. 

Podría seguir así todo el día. Recordando la mala suerte que tenemos los Malasuerte. Pero yo nunca me rindo. Yo quiero ser mago. Quiero aprender a mover cosas sin tocarlas, a sacar conejos de una chistera, a dar vida a objetos inanimados... Pero no soy nada bueno en esto. 

El día que entré en la academia de magia, hechizos y maldiciones, estaba muy emocionado, realmente pensaba que podría ser tan grande como los grandes. Pero aquí estoy, lo más mágico que he conseguido fue la vez que casi le saco un ojo a una compañera de clase con la varita. Aún me cuesta creer que eso pudiese pasar, ya que ella estaba en el baño de chicas de la planta superior, y yo estaba en clase. Pero la varita se me fue de las manos, una cosa llevó a la otra y... Resumiendo: La llaman Misty ojo de palo desde aquél día.

Es frustrante ver a mis compañeros de clase dar forma a metales sin tocarlos, crear fuego de la nada, congelar el agua, crear comida, incluso hacer portales a otros sitios. Mientras que yo, aún no he conseguido nada de eso en los tres años que llevo aquí. Pero no me rindo. Yo nunca me rindo.

Hoy en clase de animación de objetos inanimados se supone que tenemos que crear golems de roca a partir de una piedra que nos dio la profesora Lucilda. Nos dijo que cuidásemos de esa roca, que le hablásemos, que le contásemos algún secreto. Cualquier cosa valía. Yo lo hice absolutamente todo. Dormía con esa piedra, la sentaba en la mesa mientras yo comía, le hablaba todos los días. Al final le cogí cariño. Ya sé que solo es una piedra, pero se había convertido en mi única amistad allí dentro. Es muy triste, ya lo sé, pero a mi me alegraba cargar con ella en mi mochila. Ponerla en mi mesa mientras estudiaba, o incluso leer en voz alta para que ella me oyese. 

Pero es una piedra. Creo que llevé demasiado al extremo lo que la profesora nos dijo. Me he sentido muy estúpido cuando la profesora ha comentado hace un minuto que era una forma de hablar, que lo único que quería era que creásemos cierto vinculo con la piedra. Ya decía yo que era raro no ver a ninguno de mis compañeros comiendo junto a su piedra, o leyéndoles algo. Ahora todos se están riendo de mi. Pero da igual, hoy sé que lo lograré, crearé un golem de roca. El mayor y más perfecto golem que jamás haya creado nadie. Confío mucho en mi mismo hoy.

Bueno... Ya han pasado casi tres horas desde que empecé a perder la confianza en mi mismo... Mire a donde mire solo veo golems de roca. Unos grandes, otros pequeños, unos de un color, otros de otro... Pero miro a mi mesa y solo veo... Una piedra. Soy la única persona que se ha tomado al pie de la letra lo que dijo la profesora Lucilda. Soy el que más tiempo ha pasado con su piedra, y aún soy el único que no ha conseguido nada. Ni siquiera he hecho que se mueva un poco. Llevo horas mirando esta maldita piedra, hablándole, repitiendo el hechizo una y otra vez, pidiéndole por favor que se transformara en un golem. Pero nada. Sigue siendo una simple piedra.

La profesora Lucilda da por terminada la clase, y ordena a todos deshacer el hechizo. Acto seguido ella misma destruye las piedras que antes fueron golems, para no dejar residuos mágicos por ahí. Cuando llega a mi mesa me mira con tristeza. Nunca me ha gustado que me miren así. Sé que soy capaz, en el fondo lo sé. Me pone una mano sobre el hombro y me pide mi piedra. Sinceramente, pensaba que en el último momento mi piedra iba a empezar a brillar y a transformarse en el golem más bonito que hubiese existido, y así lo deseé. Pero no pasó nada. Absolutamente nada. La profesora Lucilda cogió la piedra, y cuando iba a meterla en el incinerador arcano, se dio la vuelta. Un giro del destino, un milagro... No, un acontecimiento histórico. ¡Al fin lo logré! -Pensé. Pero no era así. 

La profesora me miró y me dijo -Quédate la piedra un tiempo más Arcadio. Y si no consigues nada, al menos tendrás un amigo. Acto seguido sonrió levemente.- Fue un bonito gesto de compasión, pero yo seguía decepcionado conmigo mismo. Así que cogí mi piedra, la guardé en mi mochila, y me fui de allí. 


Ha sido un día de mierda. Aunque a la vez ha sido un día normal y corriente. Solo quiero dormir, y mañana volver a empezar, aunque no sé cuanto tiempo más voy a aguantar esto. Sé que he dicho que nunca me rindo. Sé que quiero ser mago. Pero estoy empezando a pensar que simplemente, no es lo mio.

Me he quedado un rato mirando la mochila desde la cama. No he sacado la piedra aún. ¿Para qué iba a hacerlo? No es más que una piedra estúpida. Una piedra que me ha costado otro fracaso mágico más. ¿Hasta cuando va a durar esto? En fin... Si que debería sacar la piedra de la mochila, al fin y al cabo ya me he acostumbrado a dormir con ella.

Y aquí estoy... Metido en mi cama no con la atractiva profesora Lucilda, ni con Misty ojo de palo, no, yo estoy con una piedra... Será mejor que deje de pensar y duerma, mañana será un día largo. Como todos desde que llegué.


—... ¿Y ahora que hago? Este estúpido está dormido... ¿Holaaaaaaaa? ¿Arcadio? Mira que es idiota. Si pudiese moverme se iba a enterar... ¡ARCADIOOOOOOOO!
—¿Qué... qué pasa? ¿Quién habla? ¿Qué hora es...? 
—¡Arcadio, soy yo! ¡Mira aquí cacho de carne!
—¿Quién? ¡Espera! ¿¡Quién ha hablado!? ¿¡La piedra!?
—Si, soy yo. ¿Quién iba a ser? Estás solo en esta habitación. Bueno, estamos los dos.
—¡Joder! ¿¡Lo he conseguido!? ¡SIIIIIIIIIII! Pero... Espera un momento... No eres un golem... Ahora que me fijo, solo eres una piedra que habla. Es más, ni siquiera tienes boca. ¿Como puedes hablar?
—¡Pero serás imbécil! ¿Acaso te parece poco que una piedra hable? Perdona si no soy un golem descerebrado al que horas después desintegran en un horno arcano. ¡Habrase visto.... Humano desagradecido!
—Perdona... supongo que si, es increíble que una simple piedra sepa hablar, pero deberías ser un golem... La profesora pedía un golem, mi hechizo era para convertirte en golem, y los demás tuvieron su golem... ¿Por qué el mío salió mal?
—¿Se supone que eso era una disculpa? Pues que sepas, que si no soy un golem no es más que culpa tuya. Se ve que no eres tan buen mago.
—Ya... No tenías por qué recordarmelo...
—Vaya... Lo siento. Pero no me gusta que me infravaloren. Soy una piedra, si. Una piedra parlante. Y estoy muy orgullosa de serlo. 
—¿Eres una chica?
—Tengo voz de chica. ¿No?
—Si, la tienes.


Son las cuatro y media de la madrugada, y estoy hablando con una piedra... Me pregunto si esto es real, un sueño, o simplemente me he vuelto loco. Sea como sea, tengo que enseñarsela a la profesora Lucilda. Puede que me apruebe, aunque imagino que no con una nota muy alta, ya que sigue sin ser un golem.

—¿Qué murmuras?
—Oh... Nada, cosas mías.
—Oye Arcadio.
—¿Si?
—Hoy no me has leído ese cuento.
—Es cierto... Hoy no estaba de humor. ¿Pero sabes qué? Que ahora me apetece mucho hacerlo.

Y así es como pasé una noche entera leyéndole y conversando con una piedra. Perdón, una piedra parlante. Fue una gran noche.

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